martes, 13 de diciembre de 2016

Rogue One: seguridad imperial comprometida

Saludos efusivos tengan ustedes, queridos lectores de este espacio digital. Hoy vengo a comentar el próximo estreno en cines de la película 'Rogue One: Una Historia de Star Wars' (2016), que está previsto para el 15 de diciembre. El filme está dirigido por Gareth Edwards y escrito por Chris Weitz, Tony Gilroy, John Knoll y Gary Whitta; basado —como no puede ser de otra manera— en el universo creado por George Lucas. Es la segunda película de la saga producida por Disney tras 'Star Wars: El despertar de la Fuerza' (2015), de la que se realizó un artículo en este blog para comentar su estreno. Aun siendo una película más cercana —bajo mi punto de vista— al fantástico que a la ciencia ficción, voy a tratar de analizarla desde el ámbito prospectivo, relacionando el film con las modernas estrategias de seguridad y algunas de las nuevas amenazas a las que se enfrentan los Estados en la actualidad. En definitiva, se puede decir que uno de los principales peligros a los que se enfrentan las estrategias de seguridad de los países en este momento, tiene que ver con el desarrollo de las tecnologías de la información de y de la comunicación, es decir, con la ciberseguridad. Sin embargo, en esta película parece que la trama desarrolla un plan de robo de corte más "analógico", lo que implica un problema a la hora de adaptarse al público moderno, que percibe como más realista una amenaza digital, ya que se relaciona con el mundo en el que vivimos. Pero antes de entrar en materia, apuntemos algunos datos filmográficos de la obra.


'Rogue One' es un derivado de la saga de Star Wars, un capítulo de la historia ideada por Lucas que se introduce entre 'Episodio III: La Venganza de los Sith' (2005) y 'La guerra de las galaxias' (1977), rebautizada como 'Episodio IV: Una nueva esperanza'. La premisa, creo, es de sobra conocida, pero bueno, siempre viene bien introducir una pequeña sinopsis para presentar de forma completa una película. El Imperio Galáctico está en el apogeo de su poder, y para terminar con los restos de la resistencia, ha construido el arma definitiva: la Estrella de la Muerte, una enorme estructura armada con capacidad para desintegrar un planeta. La Alianza Rebelde decide mandar a un grupo de soldados para sortear las defensas imperiales y robar los planos de la estación militar, con la esperanza de encontrar alguna vulnerabilidad que pueda eliminar la amenaza para los rebeldes. El comando de élite está compuesto por personajes muy variopintos, que van desde la empecinada protagonista, la líder del grupo Jyn Erso (Felicity Jones), pasando por el oficial de inteligencia Cassian Andor (Diego Luna), su droide imperial re-programado K-2SO (Alan Tudyk), el guerrero místico Chirrut Inwe (Donnie Yen), el asesino a sueldo Baze Malbus (Wen Jiang), y el piloto imperial desertor Bodhi Rook (Riz Ahmed). Sus principales enemigos son —a parte de una presumible cantidad ingente de tropas imperiales—: el Director Imperial Orson Krennic (Ben Mendelsohn) encargado de la seguridad del proyecto de arma final y —para solaz de los seguidores incondicionales de la serie—, Darth Vader (con voz de James Earl Jones e interpretado por Spencer Wilding), Lord Sith y la lugarteniente del Emperador. El reparto también incluye al padre de Jyn, el ingeniero de la Estrella de la Muerte Galen Erso (Mads Mikkelsen), al líder insurgente Saw Gerrera (Forest Whitaker), a la dirigente de la Alianza Rebelde Mon Mothma (Genevieve O'Reilly) y al Senador de Alderaan Bail Organa (Jimmy Smits), entre otros.


El traslado de la problemática que aquí se trata al mundo de nuestros días, se relaciona con el proceso de digitalización que se establece en muchas de las actividades que rigen la vida actual, como pueden ser, por ejemplo, en la sociedad (administración, educación, sanidad, etcétera), los negocios (comercio, finanzas) y la industria. Las amenazas de robo de datos son, ahora, en su mayor parte, un asunto relacionado con la información digital. Pensemos, por ejemplo, en los diversos problemas que surgen con las nuevas tecnologías del big data, la nube y el Internet de las cosas. En este sentido, la película presenta los problemas de seguridad, a la hora de proteger datos sensibles, de una forma más analógica. En vez de ser un grupo de crackers, como los que, verbigracia, se presentan en la serie de televisión 'Mr. Robot' (2015-...), en esta película de Star Wars el grupo delictivo parece ser una cuadrilla de soldados aventureros, cuyo objetivo es infiltrarse físicamente en la red de inteligencia del Imperio. En nuestro día a día, este tipo de amenazas o formas de guerra se están fraguando en el ciberespacio, tal y como enunció de forma visionaria la novela Neuromante, escrita por William Gibson y publicada en 1984.


Se puede elaborar una lista de posibles atacantes muy preocupante, desde usuarios internos de las diferentes compañías o administraciones, motivados por intereses o venganza; también los conocidos como script kiddies, que pueden no ser del todo tan inofensivos, hacktivistas en busca de notoriedad, delincuentes en busca de dinero fácil, terroristas que quieren provocar todo el daño posible e, incluso, Estados en defensa de sus propios intereses, realizando labores de espionaje estratégico y económico, desarrollando "ciberarmas", es decir, software diseñado para atacar a los oponentes. Y todos, repito todos, estamos amenazados. Los Estados por robo de información estratégica, las empresas por hurtar información y propiedad industrial o intelectual, y los propios ciudadanos por sustracción de credenciales bancarias o, por poner otro ejemplo, troyanos como CryptoLocker, así como botnets para controlar ordenadores a distancia. Si nos centramos en España, la protección contra estas amenazas es tan importante como para elaborar un documento concreto sobre la materia: la Estrategia de Ciberseguridad Nacional (2013), y la creación del Consejo Nacional de Ciberseguridad en 2014. Además, existen diversos organismos específicos pensados para combatir estos fallos de seguridad, como pueden ser el Centro Criptológico Nacional, el Instituto Nacional de Ciberseguridad (INCIBE), el Centro Nacional de Protección de Infraestructuras Críticas, y el Mando Conjunto de Ciberdefensa. En definitiva, queda patente que el ciberespacio se ha convertido en un nuevo entorno en donde se dirimen los intereses de los Estados, necesitado de una política de defensa; si bien, su regulación es compleja debido a que, en muchas ocasiones, se trata de combatir a actores no estatales. Además, la amenaza es global y afecta tanto a la administración de los países, como a los ciudadanos y las empresas privadas.

'Rogue One', en realidad, parece querer mezclar una trama de espionaje junto con la trama bélica. En mi humilde —y poco relevante— opinión, deberían introducir algunos de los elementos relacionados con las amenazas digitales, por ejemplo, implicando a los droides. Bien mirado, no es una posibilidad muy abracadabrante. A fin y al cabo, tal y como se cuenta al principio del 'Episodio IV', ¿dónde se esconden, finalmente, los diagramas robados de la Estrella de la Muerte? En un pequeño droide astromecánico: R2-D2. ¿Tendrá un papel relevante, en este sentido, K-2SO a la hora de localizar y substraer la información del Imperio, a parte de ser el contrapunto cómico a lo C3-PO? Meras especulaciones hasta que veamos la película.


Qué duda cabe, probablemente resulta más interesante, para una cinta de acción, implicar a una cuadrilla heterogénea que se enfrenta al peligro atravesando las filas enemigas, como un comando de élite secreto, para llegar a su objetivo a base de disparos y gracias a su ingenio táctico. Si bien, ese tipo de acciones parece tener más que ver con situaciones acaecidas, sobretodo, en las guerras del siglo XX y anteriores. Ahora parece que el robo de información se acerca más, como ya se comentado, al mundo digital, al estar todo conectado a la Red, o, al menos, contar con sistemas relacionados con las tecnologías de la información y de la comunicación. Si bien, en el estado actual de cosas, este tipo de amenazas se desarrollan en un mundo en donde no se generalizan las guerras abiertas, con luchas de ejércitos oponentes, si exceptuamos el caso de la guerra contra el Estado Islámico, en Irak y Siria, entre otros. Estaría más cerca de las acciones llevadas a cabo para detener el desarrollo nuclear iraní, o la sospecha de ataques informáticos en Corea del Norte, Rusia o China, por poner sólo unos ejemplos. En un contexto bélico, con tropas armadas en el terreno y batallas abiertas entre ejércitos enemigos, parece más sensato presuponer que el robo de información se parecería más a las actuaciones que llevó cabo el británico Alan Turing, en la Segunda Guerra Mundial, para descifrar el código secreto que utilizaban los nazis en sus comunicaciones a través de máquina Enigma, pensada para encriptar mensajes. Y en ese caso, un planteamiento como el de la película biográfica 'The Imitation Game (Descifrando Enigma)' (2014), aunque tendría más sentido desde un punto de vista realista, no funcionaría para un obra que se define por la espectacularidad y la acción, como lo es Star Wars. Máxime cuando se nos anuncia que se trata de una película más bélica que de aventuras. Por tanto, se supone que una buena salida sería mezclar ambos conceptos de guerra y buscar un término medio, para generar la expectación que demandan los seguidores de esta saga, al mismo tiempo que se introducen nuevos enfoques, que tienen que ver con la realidad actual y las amenazas a las que nos enfrentamos, en nuestro día a día, cuando utilizamos las nuevas tecnologías digitales.


Salvando esta problemática, en cualquier caso, resulta claro que la información es un activo muy apreciado, sobre todo, en contextos de enfrentamientos bélicos. Es necesario protegerla, ya que alcanzar el conocimiento de la información secreta, las comunicaciones y los datos estratégicos enemigos, otorga una ventaja insoslayable. Así pues, bien sea a través de ataques en el ciberespacio o valiéndose de incursiones de grupos de choque, el resultado es el mismo: un error de seguridad que permite el robo de información sensible para el enemigo. En en el caso que nos ocupa, la falta de seguridad permite a este escuadrón rebelde de 'Rogue One' hacerse con los diagramas del arma definitiva, la que se supone que acabará con la resistencia en toda la galaxia. No en vano, el mismísimo Lord Vader, posiblemente considerado en esos momentos como el último de la estirpe de los Jedi, aparece en escena —como se puede observar en los avances promocionales— para mitigar el fallo de seguridad en inteligencia y evitar, así, que la nueva estrategia militar del Imperio sea descubierta y, por tanto, que los rebeldes puedan aprovechar ese conocimiento para contrarrestar los planes de las fuerzas imperiales.


El efecto del robo de los diagramas es catastrófico para el Imperio Galáctico. Atención que ahora se destripa una buena parte del argumento de 'la guerra de las galaxias', la película de 1977, no vaya a ser que lluevan ataques por no informar a tiempo. Habrá quién se plantee ver las películas en orden, quién sabe. El robo resulta catastrófico, como digo, puesto que, según un vídeo que rondaba hace unos años, se calcula que la destrucción de la Estrella de la Muerte se salda con una cifra cercana a los 2 790 000 muertos aproximadamente, en donde se deben encontrar fuerzas importantes del ejército imperial, personal de la estación, incluso civiles, etcétera. Bien es verdad que antes el Imperio desintegra el planeta Alderaan, en una prueba de fuerza bajo la atenta supervisión del Grand Moff Tarkin, comandante de la estación de combate, y ante la angustiada mirada de la princesa Leia Organa, que después de buscarse las mañas para no revelar la situación de la base secreta rebelde, con objeto de evitar la destrucción de su mundo, de nada le sirve, puesto que, al final, es volatilizado en una tremenda explosión. Una detonación que provoca un número de victimas que, según el vídeo antedicho, rondaría los dos billones —imagino que americanos, que si fueran europeos me parecería una salvajada—. Todo ello se muestra en el 'Episodio IV', al que algunos denominan, de forma sarcástica, la secuela de 'Rogue One'. Sin olvidar que, con los medios suficientes, los propios rebeldes podrían construir su propia estación estelar. Pero no sería ético poner a la Alianza en tamaña tesitura; aunque se podrían generar tramas interesantes, una especie de Guerra Fría galáctica, en donde se estableciera una carrera de armamentos, tan absurda, como la nuclear de nuestros días. No en vano —y aquí desvelo la historia de las otras películas de la saga—, los rebeldes tienen que destruir otra Estrella de la Muerte en 'Episodio VI - El retorno del Jedi' (1983) y, lejos de ser suficiente, en 'El despertar de la Fuerza' las tropas de la Resistencia tienen que eliminar la amenaza de la base Starkiller, un planeta armado capaz de destruir, no planetas, sino sistemas estelares enteros, y sin necesidad de desplazarse. No deja de ser sorprendente que la astronave Ala-X sea la panacea contra todas las amenazas imperiales; la versión galáctica de David contra Goliat, ya se sabe, nunca falla.

Les dejo, como viene siendo habitual, un vídeo para completar el análisis del estreno, en este caso un trailer que posiblemente ya hayan visto —ansiosos.


En fin, intentaremos disfrutar de las escenas bélicas, con punto de vista nadir de los vehículos imperiales blindados tipo AT-AT, con un cierto paralelismo con la Batalla de Hoth, que se desarrollaba en 'Episodio V: El Imperio contraataca' (1980), así como con los vehículos bípedos AT-ST, que se pudieron ver en 'Episodio VI'. Siempre quedará la posibilidad de que integren una perspectiva menos maniquea y representen a los rebeldes como guerrilleros, saboteadores y revolucionarios, algo que puede enriquecer el discurso, lejos del típico "mal contra el bien". Aunque recuerden, como diría el almirante Ackbar: "It's a Trap!" (¡Es una trampa!).



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