Saludos lectores y sean bienvenidos. En esta nueva publicación de 'El Cronista Audiovisual' se abordan algunas consideraciones sobre la película 'Valerian y la ciudad de los mil planetas' (2017), dirigida por Luc Besson y basada en los cómics del guionista Pierre Christin y el dibujante Jean Claude Mézières. En el reparto podemos encontrar a Dane DeHaan y Cara Delevingne como principales protagonistas, acompañados por Clive Owen, Rihanna, Ethan Hawke, Herbie Hancock, John Goodman, Rutger Hauer, Kris Wu, Emilie Livingston y Aurelien Gaya, entre otros. Se trata de la película más costosa del cine europeo hasta la fecha, rondando un coste de 200 millones de euros. El director francés es muy dado a superar records, puesto que cuando realizó la película de 'El quinto elemento' (1997) llego a ser la producción más cara del cine europeo hasta esa fecha.
La película se desarrolla en el siglo XXVIII, en donde los agentes espaciales Valérian (Dane DeHaan) y Laureline (Cara Delevingne) trabajan para mantener el orden en los dominios humanos. El equipo es enviado a una misión hacia la curiosa y cosmopolita estructura artificial de Alpha, una metrópolis en continua expansión que flota en el espacio. Allí especies de todo el universo han convivido durante siglos para compartir diferentes culturas, conocimientos y tecnologías. Sin embargo existe una amenaza en el interior de la estación, una fuerza desconocida que hace peligrar la paz en la "Ciudad de los Mil Planetas". Laureline y Valerian tratarán de solucionar el problema que se propaga por Alpha, descubriendo un oscuro secreto que clama justicia. El futuro de la convivencia pacífica está en sus manos.
La película recoge algunas ideas y se basa en varias partes de la trama que contienen los volúmenes del cómic El embajador de las sombras y, también, de El imperio de los mil planetas. Si bien, está claro que nos encontramos ante una adaptación y, por tanto, el director se toma sus licencias con respecto a los originales. El tono es más ligero. El punto de vista se centra en el desarrollo de la acción y se despliega, al mismo tiempo, un abanico inconmensurable de efectos especiales. Desde que se estrenó la película 'Avatar' (2009), de James Cameron, las luminiscencias han asaltado la gran pantalla; siendo un ejemplo paradigmático 'TRON: Legacy' (2010), dirigida por Joseph Kosinski. En 'Valerian y la ciudad de los mil planetas' las cotas de fosforescencias abruman, mezclado los fulgores orgánicos de 'Avatar' y las metálicas irisaciones de 'TRON' en un summun de espectacularidad y efectos visuales desaforados.
A partir de aquí comento algunas escenas y momentos de la trama de la película que aquellos que no la hayan visto pueden considerar un destripe, así que queden avisados. Por ejemplo, resulta original y muy divertida la escena del mercado dimensional, en donde los protagonistas tienen que lidiar con problemas que se desarrollan, al mismo tiempo, en dos puntos muy alejados entre sí. El uso de réplicas virtuales que interactuan con seres reales compartiendo un mismo espacio es una tecnología digna de mención. Además, añade un elemento muy llamativo a la narración —en un plano-contraplano continuo entre espacios compartidos por el cuerpo real y su entidad virtual— que permite a los guionistas desarrollar una secuencia bastante hilarante y sorprendente. La introducción de dispositivos que pueden trasladar la materia entre los dos escenarios completa el complejo marco en el que se mueven los personajes, con partes de su cuerpo en un sitio y el resto en el otro. En definitiva, se trata de una escena digna de mención, una de las más destacadas de la película.
Entre los aspectos negativos que se pueden destacar, uno de los más presentes es la relación entre los dos protagonistas. En primer lugar tiene poco que ver con las actitudes que se muestran en los originales dentro de los cómics. En cualquier caso eso es un asunto menor, puesto que la adaptación no pretende ser completamente fiel a los tebeos. Sin embargo la forma de relacionarse entre los dos personajes no deja de ser un cliché bastante manido, típico de las películas más convencionales, en donde se exalta el amor romántico y la necesidad de comprometerse para dar sentido a su relación. En los cómics el vínculo entre Laureline y Valérian es más impreciso. Son compañeros de trabajo, buenos compañeros que se tienen mucho aprecio y que muestran gestos cariñosos cada vez que logran salir de un peligro o cuando hace mucho tiempo que no se ven. Pero de ahí a rebajar esa exaltación de la amistad a mero deseo irrefrenable de matrimonio, incluso sin saber muy bien cómo funciona el asunto pero obligándose a un ritual impuesto que parece demandar la sociedad, me parece una versión negativa de aquello que se mostraba en los tebeos. Parece que no existiera otra forma de relacionarse entre personas de distinto sexo. De modo que, en esencia, el discurso manda y, en este sentido, el discurso es el mismo de siempre: cásate o no encontrarás sentido a tu existencia.
Se puede destacar también la poca química que parecen tener los dos protagonistas en la película. Quizá sea debido a que los dos actores son un tanto hieráticos a la hora de representar a sus personajes. Se insiste mucho en la necesidad de Valérian de pedir matrimonio y en la espera de Laureline para que su compañero entienda las implicaciones de tal petición. Ahora bien, no parece que las muestras de atracción o cariño vayan más allá de exabruptos repentinos, más marcados e impuestos por el guión que por una relación fluida y en donde se aprecie verdadero afecto. A lo mejor deforma mi visión el respeto que le tengo a los cómics, pero creo que no se termina de perfilar convenientemente la afinidad que se les quiere otorgar a los protagonistas.
Al mismo tiempo, el desarrollo de la trama en la película deja puntos muertos que, en ocasiones, pueden hacer que se pierda la atención en lo que ocurre. Así, la primera parte de la historia está muy bien introducida, sobre todo, por ese admirable prólogo, acompañado de la maravillosa Space Oddity de David Bowie, que explica cómo de formó la estación Alpha —Punto Central en los cómics—, seguida de una tierna y la vez espeluznante secuencia que presenta el detonante de la trama en el planeta Mül. La introducción de los protagonistas deviene en una escena que pretende mostrar intimidad y no deja de ser un lugar común. Si bien le sigue una más que notable secuencia de los protagonistas en acción, recogiendo al trasmutador en el mercado dimensional y ya ensalzada más arriba.
Ahora bien, una vez que llegan a Alpha y nos plantamos en el desarrollo de la narración el ritmo decae y empiezan a entremezclarse momentos interesantes para la trama —sorprendente asalto al consejo (por lo espectacular), escenas vedadas sobre la conspiración (aunque predecibles), crítica a la esclavitud sexual de los glamopodos (quizá simple)— con otras secuencias más anodinas —persecución demasiado larga (y en algunos casos hasta mareante, como puede ser el momento de mostrar el Skyjet de Lexus) o la búsqueda del compañero perdido por partida doble y secuencias valle más bien insulsas por la falta de contenido—. Bien es verdad que durante ese proceso, que puede parecer un poco largo, se muestran diversos escenarios y criaturas de lo más variopinto. Un derroche de imaginación de ambientes oscuros —incluso sucios— que contrastan con iluminaciones de neón y colores fluorescentes muy destacados, prácticamente deslumbradores.
El desenlace, por su parte, también adolece de vaivenes más o menos acertados o desafortunados. La trama se encamina hacia el objetivo final de desentrañar el peligro oculto en Alpha, pero pierde fuerza al alargar los momentos más intrascendentes e introducir escenas cómicas poco preparadas o, al menos, muy simples y poco originales.
Así pues, el resultado general es irregular y la búsqueda de un final feliz a toda consta parece lastrar una reflexión más profunda sobre los peligros a los que se han enfrentado los protagonistas. Los volúmenes del cómic en los que se basa la película son menos optimistas, y muestran una alternativa más desapasionada y sarcástica, invitando a reflexionar sobre el comportamiento de los diferentes personajes. Puede ser un final agridulce pero entronca con el espíritu de los tebeos, aunque parece no convencer a los productores para trasladarlo a la narrativa de películas de alto presupuesto. El final, por tanto, no es nada original y carece de una verdadera reflexión crítica, convirtiéndose en un relato de aventuras espaciales sin mayor trasfondo. Se busca el puro entretenimiento y la espectacularidad de los efectos digitales frente a otros aspectos más sutiles y especulativos. Tiene sus cosas buenas y sus cosas malas, en definitiva: quien quiera disfrutar de un par de horas de aventuras trepidantes en el espacio se lo pasará en grande, eso no se pone en duda.
Les dejo aquí un vídeo de la banda sonora de la película para que puedan disfrutarla y ver algunos planos de los avances.
La película recoge algunas ideas y se basa en varias partes de la trama que contienen los volúmenes del cómic El embajador de las sombras y, también, de El imperio de los mil planetas. Si bien, está claro que nos encontramos ante una adaptación y, por tanto, el director se toma sus licencias con respecto a los originales. El tono es más ligero. El punto de vista se centra en el desarrollo de la acción y se despliega, al mismo tiempo, un abanico inconmensurable de efectos especiales. Desde que se estrenó la película 'Avatar' (2009), de James Cameron, las luminiscencias han asaltado la gran pantalla; siendo un ejemplo paradigmático 'TRON: Legacy' (2010), dirigida por Joseph Kosinski. En 'Valerian y la ciudad de los mil planetas' las cotas de fosforescencias abruman, mezclado los fulgores orgánicos de 'Avatar' y las metálicas irisaciones de 'TRON' en un summun de espectacularidad y efectos visuales desaforados.
Valérian (Dane DeHaan) y Laureline (Cara Delevingne). |
A partir de aquí comento algunas escenas y momentos de la trama de la película que aquellos que no la hayan visto pueden considerar un destripe, así que queden avisados. Por ejemplo, resulta original y muy divertida la escena del mercado dimensional, en donde los protagonistas tienen que lidiar con problemas que se desarrollan, al mismo tiempo, en dos puntos muy alejados entre sí. El uso de réplicas virtuales que interactuan con seres reales compartiendo un mismo espacio es una tecnología digna de mención. Además, añade un elemento muy llamativo a la narración —en un plano-contraplano continuo entre espacios compartidos por el cuerpo real y su entidad virtual— que permite a los guionistas desarrollar una secuencia bastante hilarante y sorprendente. La introducción de dispositivos que pueden trasladar la materia entre los dos escenarios completa el complejo marco en el que se mueven los personajes, con partes de su cuerpo en un sitio y el resto en el otro. En definitiva, se trata de una escena digna de mención, una de las más destacadas de la película.
Entre los aspectos negativos que se pueden destacar, uno de los más presentes es la relación entre los dos protagonistas. En primer lugar tiene poco que ver con las actitudes que se muestran en los originales dentro de los cómics. En cualquier caso eso es un asunto menor, puesto que la adaptación no pretende ser completamente fiel a los tebeos. Sin embargo la forma de relacionarse entre los dos personajes no deja de ser un cliché bastante manido, típico de las películas más convencionales, en donde se exalta el amor romántico y la necesidad de comprometerse para dar sentido a su relación. En los cómics el vínculo entre Laureline y Valérian es más impreciso. Son compañeros de trabajo, buenos compañeros que se tienen mucho aprecio y que muestran gestos cariñosos cada vez que logran salir de un peligro o cuando hace mucho tiempo que no se ven. Pero de ahí a rebajar esa exaltación de la amistad a mero deseo irrefrenable de matrimonio, incluso sin saber muy bien cómo funciona el asunto pero obligándose a un ritual impuesto que parece demandar la sociedad, me parece una versión negativa de aquello que se mostraba en los tebeos. Parece que no existiera otra forma de relacionarse entre personas de distinto sexo. De modo que, en esencia, el discurso manda y, en este sentido, el discurso es el mismo de siempre: cásate o no encontrarás sentido a tu existencia.
Laureline (Cara Delevingne). |
Se puede destacar también la poca química que parecen tener los dos protagonistas en la película. Quizá sea debido a que los dos actores son un tanto hieráticos a la hora de representar a sus personajes. Se insiste mucho en la necesidad de Valérian de pedir matrimonio y en la espera de Laureline para que su compañero entienda las implicaciones de tal petición. Ahora bien, no parece que las muestras de atracción o cariño vayan más allá de exabruptos repentinos, más marcados e impuestos por el guión que por una relación fluida y en donde se aprecie verdadero afecto. A lo mejor deforma mi visión el respeto que le tengo a los cómics, pero creo que no se termina de perfilar convenientemente la afinidad que se les quiere otorgar a los protagonistas.
Al mismo tiempo, el desarrollo de la trama en la película deja puntos muertos que, en ocasiones, pueden hacer que se pierda la atención en lo que ocurre. Así, la primera parte de la historia está muy bien introducida, sobre todo, por ese admirable prólogo, acompañado de la maravillosa Space Oddity de David Bowie, que explica cómo de formó la estación Alpha —Punto Central en los cómics—, seguida de una tierna y la vez espeluznante secuencia que presenta el detonante de la trama en el planeta Mül. La introducción de los protagonistas deviene en una escena que pretende mostrar intimidad y no deja de ser un lugar común. Si bien le sigue una más que notable secuencia de los protagonistas en acción, recogiendo al trasmutador en el mercado dimensional y ya ensalzada más arriba.
Valérian (Dane DeHaan). |
Ahora bien, una vez que llegan a Alpha y nos plantamos en el desarrollo de la narración el ritmo decae y empiezan a entremezclarse momentos interesantes para la trama —sorprendente asalto al consejo (por lo espectacular), escenas vedadas sobre la conspiración (aunque predecibles), crítica a la esclavitud sexual de los glamopodos (quizá simple)— con otras secuencias más anodinas —persecución demasiado larga (y en algunos casos hasta mareante, como puede ser el momento de mostrar el Skyjet de Lexus) o la búsqueda del compañero perdido por partida doble y secuencias valle más bien insulsas por la falta de contenido—. Bien es verdad que durante ese proceso, que puede parecer un poco largo, se muestran diversos escenarios y criaturas de lo más variopinto. Un derroche de imaginación de ambientes oscuros —incluso sucios— que contrastan con iluminaciones de neón y colores fluorescentes muy destacados, prácticamente deslumbradores.
El desenlace, por su parte, también adolece de vaivenes más o menos acertados o desafortunados. La trama se encamina hacia el objetivo final de desentrañar el peligro oculto en Alpha, pero pierde fuerza al alargar los momentos más intrascendentes e introducir escenas cómicas poco preparadas o, al menos, muy simples y poco originales.
Habitantes del planeta Mül. |
Así pues, el resultado general es irregular y la búsqueda de un final feliz a toda consta parece lastrar una reflexión más profunda sobre los peligros a los que se han enfrentado los protagonistas. Los volúmenes del cómic en los que se basa la película son menos optimistas, y muestran una alternativa más desapasionada y sarcástica, invitando a reflexionar sobre el comportamiento de los diferentes personajes. Puede ser un final agridulce pero entronca con el espíritu de los tebeos, aunque parece no convencer a los productores para trasladarlo a la narrativa de películas de alto presupuesto. El final, por tanto, no es nada original y carece de una verdadera reflexión crítica, convirtiéndose en un relato de aventuras espaciales sin mayor trasfondo. Se busca el puro entretenimiento y la espectacularidad de los efectos digitales frente a otros aspectos más sutiles y especulativos. Tiene sus cosas buenas y sus cosas malas, en definitiva: quien quiera disfrutar de un par de horas de aventuras trepidantes en el espacio se lo pasará en grande, eso no se pone en duda.
Les dejo aquí un vídeo de la banda sonora de la película para que puedan disfrutarla y ver algunos planos de los avances.
Tras esta crítica de la película de 'Valerian y la ciudad de los mil planetas' resulta muy interesante hablar un poco más sobre la saga de cómics en la que se basa, tanto por su importancia como una de las bande dessinée más aclamadas en Europa, así como por su capacidad para representar las aventuras espaciales más insólitas en el lenguaje visual y escrito que se trabaja en este noveno arte.
El primer volumen de la saga de comics Valérian, agente espacio-temporal se publicó en la revista de historietas francesa Pilote en el año 1967. Más tarde fue publicado en formato álbum por la editorial Dargaud en 1970. Desde 2007 la serie pasó a denominarse Valérian y Laureline, reclamando el protagonismo de este personaje femenino, tan importante y con la misma carga argumental —o incluso más en muchos casos— que el personaje masculino. Pronto se convirtió en una de los tebeos más importantes de la publicación, junto con otros clásicos como Astérix, El Teniente Blueberry o Lucky Luke.
Norma Editorial publica en España una colección de tomos con entre tres o cuatro volúmenes de las historias de Laureline y Valérian cada uno, en una edición cuidada y muy recomendable para adentrarse en el universo de estos dos agentes espacio-temporales y posteriormente aventuraros espaciales, si bien se echa de menos un orden más acorde con la cronología de sus aventuras. Hasta la fecha se han editado un total de siete tomos, aunque los nuevos volúmenes parece que se van a publicar en formato individual. Es posible que aparezcan con mayor asiduidad pero el bolsillo se resiente, aunque bien es verdad que poder ver las maravillosas portadas de cada número en tapa dura es un aliciente que puede llegar a convencer a muchos lectores.
Las originales narraciones de Christin y los imaginativos diseños de Mézières que se pueden leer y admirar en los tebeos han sido una inspiración constante para la industria audiovisual. Desde la publicación del primer número no han dejado de sucederse las efemérides, más o menos cada diez o veinte años, en donde se ha tratado de rendir homenaje —vedado o no— a esta saga de cómics, trasladando la historia al formato audiovisual. En 1977 —diez años después de su publicación— se estrenaba la película 'La guerra de las galaxias' de George Lucas, en donde ya se intuyó la influencia del cómic, así como en el resto de las películas de la saga Star Wars. En 1997 —treinta años después del primer número del cómic— se estrenó el film 'El quinto elemento' dirigida también por Luc Besson, en donde contó, además, con la asesoría de Jean Claude Mézières para el diseño de decorados, vehículos y razas alienígenas. En 2007 —es decir, cuarenta años después de que los famosos agentes espacio-temporales vieran la luz— se llevaron sus aventuras a la pequeña pantalla en la serie de dibujos animados francesa 'Valérian et Laureline' (2007-2008), que tuvo cuarenta episodios. Ahora, en 2017, cuando se cumplen cincuenta años desde la publicación de aquella primera historieta de Valérian, agente espacio-temporal, se ha podido llevar a la gran pantalla a esta singular pareja, cuyas aventuras tanto han influido en la ciencia ficción hasta nuestros días. Desde luego, muchos colocan esa influencia a la altura de otro clásico del cómic de ciencia ficción, esa obra maestra del dibujante Moebius y el diseñador Dan O’Bannon titulada The Long Tomorrow, publicada en la revista Métal Hurlant en 1976. Este último tebeo es una reconocida influencia visual para una de las películas más importantes de ciencia ficción: 'Blade Runner' (1982).
Dentro del género de ciencia ficción —y en un ámbito más amplio que el audiovisual— las narraciones de Valérian se pueden considerar como un hito en la formulación de ideas sobre el futuro (política, sociedades y tecnología alienígenas o humanas), la imaginación (culturas, costumbres, arte y mundos extraterrestres o viajes en el tiempo) y la forma de contar historias (elementos del arte secuencial al servicio de la ciencia ficción, tanto en narrativa como en aspectos icónicos y estéticos que aún perduran, la ruptura —quizá tibia al principio— de un lenguaje misógino y la reivindicación del personaje femenino como protagonista, no como mero acompañamiento; así como la larga influencia —ya mencionada— que se puede rastrear en todo el género de ciencia ficción). Es mucho lo que le debe el género a estos cómics y, aprovechando el interés que suscita la película de Besson, conviene recordar y hacer un homenaje a esta saga galáctica, que tantas buenas y curiosas historias nos dado a los aficionados al cómic. En mi caso, siendo un crío, ya imitaba en cierta forma las narraciones de estos tebeos, dibujando —con tosca pluma— una saga de cómics sobre una pareja de aventureros espaciales que se enfrentaban a todo tipo de problemas, oscuros oponentes y civilizaciones desconocidas. Las reminiscencias y el poso cultural y narrativo de las historias de Laureline y Valérian parecen llegar a muchos lugares comunes del mundo occidental, sobre todo, y en la forma de representación visual de la ciencia ficción. Quizá sea una exageración afirmar tal cosa, pero resulta cuanto menos curioso, y para muchos de aquellos que se enamoraron de las aventuras de estos dos personajes, la narración de sus vivencias fueron origen y pauta indiscutible de muchos conceptos culturales relativos a la ciencia ficción en general, sobre todo en el ámbito de las imágenes y más tarde del audiovisual. El cómic puede no ser tan conocido pero las reminiscencias e ideas que despliega en sus páginas han sido expuestas en otros medios, más reconocibles, otorgándole un estatus de narración eterna.
El subgénero en el que se pueden incluir las historias de Valérian y Laureline es el space opera, puesto que el espacio sideral (y en ocasiones el tiempo) es el contexto en el que se mueven los personajes. Tanto el cómic como la adaptación cinematográfica tienen todos los elementos definitorios de este subgénero. Entre ellas, a parte del cosmos como escenario, se pueden ver planetas imaginarios y grandes ciudades habitadas por cientos de especies alienígenas diferentes, civilizaciones con elementos "clásicos", como pueden ser aspectos grecolatinos, egipcios u orientales, y una narración cercana al género de aventuras o incluso el fantástico, pero sazonado con elementos futuristas, viajes estelares, batallas entre grandes imperios galácticos y la exposición de tecnologías muy avanzadas que contrastan con sociedades menos desarrolladas.
Ahora bien, una de las facetas más interesantes de esta saga de cómics es la capacidad de asimilación de los problemas actuales, de las preocupaciones sobre el presente y el futuro de las sociedades de nuestros días, y trasladar aquellos aspectos de crítica, desasosiego o esperanza al formato más suave, pero no menos interesante, de las aventuras espaciales. En este sentido se pueden citar algunos ejemplos de las historias de Valérian y Laureline que pueden ilustrar este aspecto de reflexión sobre el presente, digno de una buena narración prospectiva.
En el volumen de El imperio de los mil planetas (1969) se habla sobre sectas religiosas, la teocracia y el control de la sociedad por medio del engaño y la privación del conocimiento científico para desarrollar una élite que controla el poder desde un segundo plano, al tener acceso a esa tecnología, y conspirar para mantener un sistema afín a sus intereses. Se habla, también, sobre exploración espacial, conflictos entre mercados proteccionistas o librecambistas y de la legitimidad o no de las rebeliones. En El país sin estrella (1970) se narra, entre otros asuntos —como el aislamiento sociocultural o el control armamentístico—, una suerte de batalla de sexos entre dos naciones que deriva en una contienda por la hegemonía del planeta. Una de ellas está controlada por mujeres poderosas en donde los hombres están sometidos a trabajos forzados, y la otra nación es gobernada por hombres pusilánimes en la cual las mujeres están sometidas a su control. El absurdo de la situación les impide ver una amenaza mayor, que puede acabar con todos si no dejan de luchar entre sí. En Mundos ficticios (1976) entra en escena la capacidad de simulación y la realidad virtual, así como tecnologías parecidas a la impresión por adición o impresión 3D. También se propone la posibilidad de utilizar la técnica de clonación para crear un ejercito entero de soldados a partir de un solo individuo (les suena, ¿no?). Por cierto, hasta el 22 de octubre de 2017 se puede visitar la exposición 3D, Imprimir el mundo en el Espacio Fundación Telefónica en Madrid, con curiosos ejemplos sobre lo que esta tecnología logra hacer en la actualidad y especulaciones sobre lo que posiblemente logrará hacer en un futuro no muy lejano. Recomendable para todos aquellos interesados en esta nueva forma de fabricación y construcción.
En el volumen Bienvenidos a Alflolol (1971) se tratan aspectos negativos del proceso de industrialización de un planeta rico en recursos y, aparentemente, deshabitado. Se critica la obsesión por la producción y el beneficio económico sin considerar si los medios para alcanzar esos objetivos son lícitos o no. Asimismo, se tratan temas sobre la propiedad del suelo, el desapego de las cosas materiales, el choque cultural entre organismos muy distintos entre sí, etcétera. En Los pájaros del amo (1973) los agentes espacio-temporales se enfrentan al problema de la esclavitud, la dicotomía entre la sumisión pasiva o la rebelión aunque conlleve un peligro de muerte, así como la ética de sustituir un poder para perpetuar la misma tiranía pero con otros rostros. Si hablamos de Los héroes del equinoccio (1978) podemos encontrar referencias al problema demográfico, como puede ser la falta de natalidad y el envejecimiento de la población, o la necesidad de un amplio espectro genético para la supervivencia y evolución sana de los organismos. Además, se puede ver lo absurdo de determinadas tradiciones, supuestamente ancestrales, así como la competitividad malsana por el honor de creerse superior y que, a veces, más vale maña que fuerza para alcanzar las metas. O en su defecto mucha suerte y la ayuda inestimable de los buenos amigos.
En Los malos sueños (1967) se habla de viajes en el tiempo, de la oportunidad de cambiar el pasado para amoldar el futuro según los intereses de una persona que, por muy altruistas que parezcan, encierran un poso de paternalismo egoísta y la búsqueda insatisfecha de una hegemonía personal ilícita. Al mismo tiempo, se tratan aspectos derivados de la abulia de una población sumida en un sueño perpetuo y voluntario de características epicúreas, sin asomo de dolor o miedo. Eso convierte a los humanos en seres que no pueden dejar ese modo de vida apática sin sentirse desgraciados por los más mínimos estímulos contrarios a sus deseos, necesitados continuamente de drogas que calmen sus sentidos para estar en paz. La ciudad de las aguas movedizas (1968) es una historia en donde se trata el cambio climático, el peligro nuclear y la anarquía posterior a una caída repentina de los gobiernos establecidos. Por otro lado, El embajador de las sombras (1975) es un título que habla sobre el potencial de una federación entre razas alienígenas que pueden resultar incompatibles entre sí, pero que de alguna forma —por muy desordenada y caótica que resulte— pueden comunicarse y mantener una convivencia pacífica, intercambiando conocimiento y tolerando diferentes culturas. La lucha por una hegemonía controladora y privativa de las libertades disfrutadas conlleva un fuerte rechazo de todas las civilizaciones frente a aquella que pretende imponerse sobre las demás.
Quiero seguir analizando el resto de volúmenes que he leído sobre la saga de cómics de Valérian y Laureline, ya que me parece interesante para reclamar su atención ante una de las historias más simbólicas de la ciencia ficción, pero veo que esta entrada se alarga demasiado. Por tanto, voy a realizar una segunda publicación continuando donde lo he dejado en estas líneas. Podrán consultarla en breve en 'El Cronista Audiovisual', siguiendo este enlace.
La película de 'Valerian y la ciudad de los mil planetas' está entretenida y es visualmente apabullante, pero se puede considerar que su verdadero valor es recuperar el interés por la saga de cómics en la que se basa. Así que acérquense a estos tebeos. Si les gusta la ciencia ficción, las aventuras y la space opera no se arrepentirán. Lean las historias de Christin y disfruten contemplando los dibujos de Mézières. Una recomendación con sello de calidad.
Y ahora conectemos el motor de salto espacio-temporal de la nave XB 982 y dejémonos guiar por nuestros aventureros galácticos favoritos. Viajemos al espacio sideral, retrocedamos en el tiempo, visitemos estrellas luminosas y planetas indefinibles, conozcamos civilizaciones increíbles y admiremos miles de formas distintas de vida. La imaginación es una compañera grata y poderosa para la reflexión. Vale.
En el volumen de El imperio de los mil planetas (1969) se habla sobre sectas religiosas, la teocracia y el control de la sociedad por medio del engaño y la privación del conocimiento científico para desarrollar una élite que controla el poder desde un segundo plano, al tener acceso a esa tecnología, y conspirar para mantener un sistema afín a sus intereses. Se habla, también, sobre exploración espacial, conflictos entre mercados proteccionistas o librecambistas y de la legitimidad o no de las rebeliones. En El país sin estrella (1970) se narra, entre otros asuntos —como el aislamiento sociocultural o el control armamentístico—, una suerte de batalla de sexos entre dos naciones que deriva en una contienda por la hegemonía del planeta. Una de ellas está controlada por mujeres poderosas en donde los hombres están sometidos a trabajos forzados, y la otra nación es gobernada por hombres pusilánimes en la cual las mujeres están sometidas a su control. El absurdo de la situación les impide ver una amenaza mayor, que puede acabar con todos si no dejan de luchar entre sí. En Mundos ficticios (1976) entra en escena la capacidad de simulación y la realidad virtual, así como tecnologías parecidas a la impresión por adición o impresión 3D. También se propone la posibilidad de utilizar la técnica de clonación para crear un ejercito entero de soldados a partir de un solo individuo (les suena, ¿no?). Por cierto, hasta el 22 de octubre de 2017 se puede visitar la exposición 3D, Imprimir el mundo en el Espacio Fundación Telefónica en Madrid, con curiosos ejemplos sobre lo que esta tecnología logra hacer en la actualidad y especulaciones sobre lo que posiblemente logrará hacer en un futuro no muy lejano. Recomendable para todos aquellos interesados en esta nueva forma de fabricación y construcción.
Portada de El país sin estrella. |
En el volumen Bienvenidos a Alflolol (1971) se tratan aspectos negativos del proceso de industrialización de un planeta rico en recursos y, aparentemente, deshabitado. Se critica la obsesión por la producción y el beneficio económico sin considerar si los medios para alcanzar esos objetivos son lícitos o no. Asimismo, se tratan temas sobre la propiedad del suelo, el desapego de las cosas materiales, el choque cultural entre organismos muy distintos entre sí, etcétera. En Los pájaros del amo (1973) los agentes espacio-temporales se enfrentan al problema de la esclavitud, la dicotomía entre la sumisión pasiva o la rebelión aunque conlleve un peligro de muerte, así como la ética de sustituir un poder para perpetuar la misma tiranía pero con otros rostros. Si hablamos de Los héroes del equinoccio (1978) podemos encontrar referencias al problema demográfico, como puede ser la falta de natalidad y el envejecimiento de la población, o la necesidad de un amplio espectro genético para la supervivencia y evolución sana de los organismos. Además, se puede ver lo absurdo de determinadas tradiciones, supuestamente ancestrales, así como la competitividad malsana por el honor de creerse superior y que, a veces, más vale maña que fuerza para alcanzar las metas. O en su defecto mucha suerte y la ayuda inestimable de los buenos amigos.
Portada de Bienvenidos a Alflolol. |
En Los malos sueños (1967) se habla de viajes en el tiempo, de la oportunidad de cambiar el pasado para amoldar el futuro según los intereses de una persona que, por muy altruistas que parezcan, encierran un poso de paternalismo egoísta y la búsqueda insatisfecha de una hegemonía personal ilícita. Al mismo tiempo, se tratan aspectos derivados de la abulia de una población sumida en un sueño perpetuo y voluntario de características epicúreas, sin asomo de dolor o miedo. Eso convierte a los humanos en seres que no pueden dejar ese modo de vida apática sin sentirse desgraciados por los más mínimos estímulos contrarios a sus deseos, necesitados continuamente de drogas que calmen sus sentidos para estar en paz. La ciudad de las aguas movedizas (1968) es una historia en donde se trata el cambio climático, el peligro nuclear y la anarquía posterior a una caída repentina de los gobiernos establecidos. Por otro lado, El embajador de las sombras (1975) es un título que habla sobre el potencial de una federación entre razas alienígenas que pueden resultar incompatibles entre sí, pero que de alguna forma —por muy desordenada y caótica que resulte— pueden comunicarse y mantener una convivencia pacífica, intercambiando conocimiento y tolerando diferentes culturas. La lucha por una hegemonía controladora y privativa de las libertades disfrutadas conlleva un fuerte rechazo de todas las civilizaciones frente a aquella que pretende imponerse sobre las demás.
Quiero seguir analizando el resto de volúmenes que he leído sobre la saga de cómics de Valérian y Laureline, ya que me parece interesante para reclamar su atención ante una de las historias más simbólicas de la ciencia ficción, pero veo que esta entrada se alarga demasiado. Por tanto, voy a realizar una segunda publicación continuando donde lo he dejado en estas líneas. Podrán consultarla en breve en 'El Cronista Audiovisual', siguiendo este enlace.
Los Shingouz en la película. |
La película de 'Valerian y la ciudad de los mil planetas' está entretenida y es visualmente apabullante, pero se puede considerar que su verdadero valor es recuperar el interés por la saga de cómics en la que se basa. Así que acérquense a estos tebeos. Si les gusta la ciencia ficción, las aventuras y la space opera no se arrepentirán. Lean las historias de Christin y disfruten contemplando los dibujos de Mézières. Una recomendación con sello de calidad.
Y ahora conectemos el motor de salto espacio-temporal de la nave XB 982 y dejémonos guiar por nuestros aventureros galácticos favoritos. Viajemos al espacio sideral, retrocedamos en el tiempo, visitemos estrellas luminosas y planetas indefinibles, conozcamos civilizaciones increíbles y admiremos miles de formas distintas de vida. La imaginación es una compañera grata y poderosa para la reflexión. Vale.
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