Reciban cordiales saludos, navegantes del océano digital. ¿Ya pensaban que no iba a escribir nada en mucho tiempo? Pues bueno, no sean tan maledicentes, la pausa no ha sido demasiado larga para la costumbre que suelo seguir. Sean bienvenidos de nuevo y, al mismo tiempo, agradezco la visita de aquellos que pisan estos parajes por primera vez. Espero y deseo que disfruten de esta nueva síntesis.
Entrando en materia, vengo a comentarles un título que se estrenó hace ya tiempo, pero que ofrecía algunos elementos interesantes desde los que especular sobre el futuro. La película es 'Passengers' (2016), protagonizada por Chris Pratt, Jennifer Lawrence, Michael Sheen y Laurence Fishburne. Dirigida por Morten Tyldum y con guión de Jon Spaihts. Se trata de una historia entretenida, con algunas buenas premisas, pero que se diluye en la materia romántica y que acaba como una película de pura acción. Cuenta la historia de una nave espacial de colonización, que lleva un cargamento de miles de colonos en estado de hibernación hasta un planeta habitable. Sin embargo, un accidente provocado al atravesar un enjambre de meteoritos avería algunos de las sistemas de la nave, entre ellos una de las cápsulas de animación suspendida. Por ese motivo, el colono Jim Preston (Chris Pratt) despierta ochenta años antes de llegar a su destino. A partir de ese momento, tratará de llevar el asunto con filosofía, como se suele decir, pero la soledad —la única compañía que tiene es Arthur (Michael Sheen), un simpático robot camarero que trata de ayudarle— y la necesidad vital de relacionarse con otros seres humanos, le llevará a enamorarse de otra colona, Aurora Lane (Jennifer Lawrence). Ahora bien ¿es ético sacrificar el futuro de una persona por la felicidad de otra?
En cualquier caso, no son los aspectos morales lo quiero destacar aquí, y pueden darse disquisiciones muy sugestivas, véase un ejemplo para aquellos que estén interesados. Si bien, en este caso, sólo quería introducir al lector en la historia. Lo que me interesa de verdad es el proyecto de colonización espacial que se propone. En este sentido, la película plantea la necesidad de enviar humanos a otros planetas, sin entrar mucho en las razones, salvo un ambiguo "empezar de nuevo" buscando oportunidades que ya no existen en la Tierra. Este servicio lo cubre una empresa privada que se dedica —entresacando algunos datos esporádicos, sobre todo en los inicios de la película—, a la construcción de inmensas y sofisticadas naves espaciales de colonización, la selección de las personas que irán al nuevo mundo y su "terraformación" para hacerlo habitable. Queda patente que este planteamiento está pensado para un futuro más bien lejano, dadas las dificultades que en este momento tendría emprender una iniciativa de tamaña envergadura.
Las preguntas que surgen, desde mi punto de vista, tienen que ver con la necesidad de enviar colonos a planetas lejanos. ¿Podría ser una forma de solucionar un futurible problema de sobrepoblación en la Tierra? Asimismo, me surgen cuestiones sobre las tecnologías plausibles que se han planteado para llevar a cabo viajes interestelares de este calibre. ¿Qué tipos de naves espaciales podrían desarrollarse en el futuro para alcanzar la meta de estas misiones? ¿Hacia dónde se dirige la exploración espacial del futuro? ¿Cómo afectan las distancias siderales al tiempo de viaje? ¿Será viable un vehículo como el que se describe en la película? ¿Es la iniciativa privada la solución para solventar estos problemas? No se si le daré respuesta a estas preguntas, pero al menos elucubraremos sobre ciencia ficción y prospectiva sobre la humanidad, que es lo que interesa en este espacio digital.
En relación con la primera cuestión que se ha planteado, podría existir un problema del crecimiento de la población como una de las posibles explicaciones que darían pie al inicio de estos proyectos interestelares. En el futuro puede llegar a ser una necesidad insoslayable realizar colonizaciones espaciales para sobrevivir al incremento incesante de la demografía. Es uno de los miedos clásicos de la cultura occidental. A este respecto, el temor a la “catástrofe malthusiana” parece no haber desaparecido del todo. Esta teoría del siglo XIX postulaba que la población del planeta crecería de forma geométrica, mientras que el aumento de los recursos, como el alimento, se realizaría de forma aritmética. Por tanto, la evolución de esa dinámica abocaría a la especie humana a la extinción. El error de Thomas Robert Malthus fue no considerar que los avances tecnológicos podrían solventar el desfase, por un lado, entre el crecimiento demográfico y, por otro lado, los recursos disponibles para abastecer el consumo de toda esa población en aumento. Asimismo, las previsiones para el crecimiento demográfico parecen indicar un estancamiento para el año 2050, en torno a unos 9600 millones de habitantes, según Naciones Unidas. El mayor crecimiento demográfico se producirá en unas zonas determinadas, como puede ser África, mientras en que otros bajará la natalidad y aumentará la esperanza de vida, como en Europa. Ahora bien, de un tiempo a esta parte, las tesis de Malthus han vuelto a tener una consideración más positiva. En 1968 el entomólogo Paul R. Ehrlich publicó La explosión demográfica, en donde se retomaban estas ideas catastróficas. Más recientemente, el analista geopolítico Robert D. Kaplan, entre otros, determinó que "el incremento de la población, el agotamiento de los suelos y de los recursos hídricos, y otros fenómenos naturales podrían limitar lo que se podía conseguir en determinados lugares", y se preguntaba: "¿y si Malthus tenía razón?"
La literatura y el cine de ciencia ficción han tratado este aspecto de forma intensiva, por ejemplo, en lo que Andreu Domingo ha llamado demodistopías; que serían aquellas distopías cuyo elemento central son los procesos demográficos. En el ámbito audiovisual, el descenso calamitoso de la demografía era presentado, por ejemplo, en la desasosegante 'Hijos de los hombres' (2006), de Alfonso Cuarón, basada en el libro homónimo de P. D. James. El problema contrario, la superpoblación, ha tenido mucha fortuna en el cine. Recientemente, la película 'Elysium' (2013), dirigida por Neill Blomkamp, especulaba sobre este asunto y su vertiente en la desigualdad de clases. Del mismo modo, la adaptación cinematográfica del libro homónimo de Dan Brown, 'Inferno' (2016), que dirigió Ron Howard, narraba los mismos miedos. Estos títulos destacan las preocupaciones de la sociedad y/o de la cultura que los produce, en nuestro caso, la llamaremos "occidental".
El principal miedo que se destila de estos productos culturales es la destrucción del entorno natural y, por tanto, la pérdida de la biodiversidad y del espacio vital; la falta, en definitiva, de un hábitat sostenible para subsistir. Una de las causas que se han estudiado para explicar las extinciones masivas del pasado es, precisamente, la pérdida de hábitat. De este modo, la capacidad de modificar el clima por parte del ser humano, ha determinado la definición de una nueva era geológica, llamada antropoceno, en donde la actividad humana también genera cambios geológicos de relevancia. En concreto el cambio climático y la reducción de recursos a escala planetaria. De ahí que se especule con posibles soluciones a estos retos que se pueden presentar en el futuro. Ejemplo de ello puede ser el proyecto propuesto por el biólogo Edward O. Wilson, un tanto utópico, de convertir la mitad de la Tierra en una reserva mundial de la biodiversidad. Otro ejemplo sería la geoingeniería, que engloba diferentes teorías para modificar el clima del planeta, con el objetivo de contrarrestar los efectos adversos que, en un determinado momento, pudieran impedir la supervivencia del ser humano. Incluso para evitar aquellos fenómenos naturales, no necesariamente provocados por el ser humano, que pueden llegar a ser catastróficos, como por ejemplo una nueva glaciación que congele los cultivos y acabe con la civilización tal y como la conocemos.
Buscar nuevos hábitats puede ser otra manera de sobrevivir como especie. En este caso, la búsqueda de esos nuevos espacios se realizaría en otros planetas con posibilidades de albergar vida. Aunque los avances en geoingeniería sean capaces de solventar el problema del cambio climático —sea éste de origen antrópico o natural—, seguirá existiendo la amenaza, lejana eso sí, del colapso de nuestra estrella. La Tierra será arrasada por el Sol en unos 6.000 millones de años, aproximadamente. Pero no sólo ese hecho es una preocupación latente, puesto que existen meteoritos asesinos por doquier en el espacio, o explosiones de rayos gamma que despiden supernovas lejanas, etcétera. Todos estos posibilidades predisponen a abandonar el Sistema Solar más tarde o más temprano y encontrar, para ello, fórmulas que posibiliten la emigración a otro sistema planetario. Este aspecto es tratado en la deliciosa novela de Arthur C. Clarke: Cánticos de la lejana Tierra. Sea como fuere, el objetivo el proponer esta vía de salvación para la especie humana sería crear colonias estables, en donde ofrecer oportunidades a ese excedente demográfico, o bien, salvarnos del fin de nuestro planeta. En la Antigua Grecia, el punto de no retorno que impedía la convivencia en un polis era conocido como stasis, lo que fomentó que se iniciara el periodo de las colonizaciones entre el siglo VIII y el siglo V a. C. Se fundaron enclaves a lo largo del Mar Mediterráneo y del Mar Negro, posibilitando la continuación y la mejora del pueblo heleno. Una posible forma de stasis futura, fruto de esa drástica reducción del espacio vital, podría generar una nueva oleada de colonizaciones, esta vez con los ojos puestos en las estrellas. Los mares a surcar se convertirán en el vacío espacial.
Si el objetivo es la colonización estelar, primero se debe establecer un plan de exploración espacial para reconocer los exoplanetas con mayores posibilidades de albergar vida en ellos. En este momento, la detección de planetas fuera de nuestro Sistema Solar está avanzando rápidamente. Por ahora se han descubierto más de dos mil, la mayoría probablemente hostiles a la vida, pero afinando la búsqueda es posible ir discriminando aquellos que puedan sostener la vida. En España, sin ir más lejos, existe un proyecto para construir un instrumento capaz de buscar planetas similares a la Tierra en el espacio profundo, al que se le ha llamado CARMENES, utilizado en el Observatorio de Calar Alto en Almería.
Además, este febrero pasado, la NASA anunció un peculiar e interesante descubrimiento. Se trata de un sistema estelar con siete exoplanetas de tamaño similar a la Tierra. Estos astros desarrollan una órbita alrededor de la estrella Trappist-1, una enana roja más pequeña y fría que nuestro Sol. Se encuentran a cuarenta años luz de la Tierra (más de 350 billones de kilómetros) y han sido localizados gracias al telescopio Trappist (siglas en inglés del Telescopio Pequeño para Planetas en Tránsito y Planetesimales), que se encuentra ubicado en Chile. Lo emocionante de este descubrimiento, es que estos siete planetas se encuentran a una distancia con respecto a Trappist-1 que les permitiría albergar vida en su superficie. Se encuentran en lo que se conoce como "zona de habitabilidad". Por un lado, si se dan las condiciones necesarias, podrían ser buenos candidatos para enviar sondas exploratorias con el objetivo de buscar hábitats óptimos para la supervivencia humana, esto es: que sean rocosos, que tengan agua en estado líquido y que posean atmósfera. Por otro lado, hay que tener en cuenta que su estrella es muy diferente al Sol, lo que puede generar problemas a la hora de sustentar la vida tal y como la conocemos en esos planetas. Además, sus órbitas son muy compactas las unas con las otras y están muy cerca de Trappist, lo que significa que esas trayectorias deben ser muy cortas, de pocos días en completar una vuelta alrededor de la estrella. Esto provocaría un "acoplamiento de marea", fenómeno que hace que muestren una misma cara a la estrella, con la consiguiente variabilidad climática: una zona iluminada muy cálida y otra oscura muy fría, además de vientos peligrosos entre una área y otra.
Se supone que dentro de poco seremos capaces de detectar los componentes de la atmosfera de estos exoplanetas. La tecnología del Telescopio Espacial sucesor del Hubble, llamado James Webb (JWST) y que tiene previsto su lanzamiento para el año 2018, podrá detectar ozono en la atmósfera de alguno de estos mundos, lo que quizá indique actividad biológica. Si existe vida extraterreste en esos planetas, aunque sea microscópica, será más sencillo considerar la posibilidad de que los humanos puedan sobrevivir en esos hábitats.
Una vez localizados los exoplanetas más idóneos para sustentar al ser humano, comienza la colonización espacial propiamente dicha, con el objetivo de mandar una nave estelar de grandes proporciones con un valioso cargamento de miles de futuros colonos. ¿Cómo viajarán por las enormes distancias que separan los astros en el espacio profundo? Sin ir más lejos, la estrella más próxima a nosotros, Alfa Centauri, se encuentra a más de cuatro años luz, lo que equivale a unos 40 billones de kilómetros. Los cohetes de propulsión química que se utilizan en la actualidad son ineficaces para ese propósito. Las futuras naves de exploración y colonización deberán tener otros sistemas de propulsión más avanzados y eficientes. En este sentido, o bien se aumenta la capacidad de empuje, o se aumenta la autonomía, puesto que un cohete actual genera mucho empuje pero durante muy poco tiempo. Hay que tener en cuenta que gracias a la falta de rozamiento en el vacío una aceleración constante puede generar velocidades muy altas.
El futurólogo y físico teórico Michio Kaku enuncia varias opciones para llevarnos a las estrellas. La primera de ellas sería el desarrollo del "motor iónico". Este sistema no tiene demasiada potencia de empuje, pero mantiene una constante de aceleración durante mucho tiempo. Los motores iónicos se han probado con éxito en la sonda estadounidense Deep Space, en la europea Smart y en la japonesa Hayabusa. Una versión más potente sería el "motor de plasma". En este caso se calienta hidrógeno, mediante campos magnéticos, hasta el millón de grados Celsius y el plasma resultante es eyectado por el cohete, generando un impulso considerable y constante.
Una forma alternativa sería la Propulsión nuclear de pulso, basada en energía de fisión simple y aprovechando una sucesión de ondas producidas por varias explosiones nucleares, que harían avanzar la nave espacial. Este sistema fue proyectado en el Proyecto Orión de los años cincuenta, pero los límites para el desarrollo de pruebas nucleares y los Tratados de No Proliferación han limitado esta posibilidad. Sin embargo, Kaku considera que estas opciones no conseguirán llevarnos hasta otros sistemas estelares, por la sencilla razón de que necesitan transportar mucho combustible y, además, aun se necesita invertir mucho tiempo para llegar al destino.
Los "veleros solares" son otra propuesta a considerar. Este sistema utilizaría la ligera y casi inapreciable presión ejercida por la luz solar, que es continua y se supone que podría impulsar un vehículo espacial a las estrellas sin necesidad de combustible. Algunas versiones proponen el uso de potentes láseres para incrementar el empuje de la nave, que se colocarían en la Luna o en otro astro del Sistema Solar. Si bien, sería necesario construir en el espacio una vela de cintos de kilómetros y el haz láser debería ser de una potencia abrumadora, lo que representa un problema a solventar. De hecho, recientemente los astrofísicos Avi Loeb y Manasvi Lingam postularon que los misteriosos fenómenos celestes conocidos como "explosiones rápidas de radio" podrían tener un origen artificial extraterrestre. Serían pulsos de radiación pensados para empujar un hipotético velero estelar alienígena. Si bien se enfrentan a las teorías más aceptadas de colisiones de estrellas de neutrones o de agujeros negros para explicar estos fenómenos.
Otra opción sería lo que Kaku denomina "estratorreactor de fusión" o bien "estatocolector". Es un sistema enunciado por el físico nuclear Robert W. Bussard y difundida por el astrónomo Carl Sagan en la serie documental 'Cosmos' (1980) y en su libro homónimo. La versión más conocida es el Bussard ramjet. El principio de este sistema es la recolección de hidrógeno del espacio exterior, en donde se supone que habría en abundancia, a través de una parrilla aspiradora. Este hidrógeno se calentaría hasta generar un proceso de fusión nuclear. La ventaja de este motor es que, en teoría, podría funcionar de forma indefinida y no necesitaría transportar el combustible. Además, podría acelerar de forma continua hasta alcanzar velocidades cercanas a la luz. Ahora bien, los intentos de generar una reacción de fusión nuclear se han logrado con formas poco corrientes del hidrógeno: el deuterio y el tritio. Sin embargo, en el espacio abundaría el hidrógeno simple, lo que representa un obstáculo técnico a resolver. Aunque sigue siendo una de las alternativas mejor consideradas.
Sin embargo, lo más probable es que las misiones interestelares del mañana se realicen mediante "nanonaves" espaciales. Así parece que apuntan recientes iniciativas, como la auspiciada por los empresarios Yuri Milner (Digital Sky Technologies) y Mark Zuckerberg (Facebook), junto al investigador Stephen Hawking, a través de la Breakthrough Unitiatives, para iniciar el proyecto de enviar naves interestelares del tamaño de tarjetas de crédito; una iniciativa a la que han llamado Starshot. De hecho, aun aceptando que se pudieran realizar semejantes viajes en un futuro lejano, este tipo de "micronaves" de pocos gramos podrían estudiar los planetas candidatos para la colonización humana, siendo un paso previo a la hora de establecer el objetivo final, la conformación de una colonia que pueda sustentarse por si misma. Podrían ser los primeros "colonizadores", midiendo toda clase de parámetros para determinar si es viable el planeta en cuestión, si tiene las suficientes semejanzas con la Tierra como para mantener a los humanos.
En cualquier caso —y volviendo a la película que ha suscitado este artículo—, en 'Passengers' la nave estelar que se presenta parece utilizar una especie de propulsor atómico de fusión. El motor de la nave se muestra como una masa de plasma que gira rápidamente, y que está contenida por lo que parecen ser campos magnéticos muy potentes. Podría tratarse de un motor de plasma, pero el estilizado diseño de la astronave no parece indicar que guarde mucho combustible en su interior. Por tanto, podría tratarse de un estacolector como el que se ha descrito más arriba. Que el combustible de la nave, como puede ser el hidrógeno, se trasporte en las bodegas o se extraiga del espacio exterior es algo que no se explica en la película. Además, la estructura de la nave no presenta una barquilla recolectora, al menos no de forma visible. Pero dadas las premisas antedichas podemos pensar que los guionistas podrían haber optado por este tipo de sistema de propulsión para navegar a la estrellas. Desde luego sería una de las mejores opciones a la hora de mover grandes cantidades de masa a velocidades que podrían aproximarse, tímidamente, a la velocidad de la luz.
Cartel de 'Passangers' (2016). |
Entrando en materia, vengo a comentarles un título que se estrenó hace ya tiempo, pero que ofrecía algunos elementos interesantes desde los que especular sobre el futuro. La película es 'Passengers' (2016), protagonizada por Chris Pratt, Jennifer Lawrence, Michael Sheen y Laurence Fishburne. Dirigida por Morten Tyldum y con guión de Jon Spaihts. Se trata de una historia entretenida, con algunas buenas premisas, pero que se diluye en la materia romántica y que acaba como una película de pura acción. Cuenta la historia de una nave espacial de colonización, que lleva un cargamento de miles de colonos en estado de hibernación hasta un planeta habitable. Sin embargo, un accidente provocado al atravesar un enjambre de meteoritos avería algunos de las sistemas de la nave, entre ellos una de las cápsulas de animación suspendida. Por ese motivo, el colono Jim Preston (Chris Pratt) despierta ochenta años antes de llegar a su destino. A partir de ese momento, tratará de llevar el asunto con filosofía, como se suele decir, pero la soledad —la única compañía que tiene es Arthur (Michael Sheen), un simpático robot camarero que trata de ayudarle— y la necesidad vital de relacionarse con otros seres humanos, le llevará a enamorarse de otra colona, Aurora Lane (Jennifer Lawrence). Ahora bien ¿es ético sacrificar el futuro de una persona por la felicidad de otra?
En cualquier caso, no son los aspectos morales lo quiero destacar aquí, y pueden darse disquisiciones muy sugestivas, véase un ejemplo para aquellos que estén interesados. Si bien, en este caso, sólo quería introducir al lector en la historia. Lo que me interesa de verdad es el proyecto de colonización espacial que se propone. En este sentido, la película plantea la necesidad de enviar humanos a otros planetas, sin entrar mucho en las razones, salvo un ambiguo "empezar de nuevo" buscando oportunidades que ya no existen en la Tierra. Este servicio lo cubre una empresa privada que se dedica —entresacando algunos datos esporádicos, sobre todo en los inicios de la película—, a la construcción de inmensas y sofisticadas naves espaciales de colonización, la selección de las personas que irán al nuevo mundo y su "terraformación" para hacerlo habitable. Queda patente que este planteamiento está pensado para un futuro más bien lejano, dadas las dificultades que en este momento tendría emprender una iniciativa de tamaña envergadura.
Nave espacial de colonización. |
Las preguntas que surgen, desde mi punto de vista, tienen que ver con la necesidad de enviar colonos a planetas lejanos. ¿Podría ser una forma de solucionar un futurible problema de sobrepoblación en la Tierra? Asimismo, me surgen cuestiones sobre las tecnologías plausibles que se han planteado para llevar a cabo viajes interestelares de este calibre. ¿Qué tipos de naves espaciales podrían desarrollarse en el futuro para alcanzar la meta de estas misiones? ¿Hacia dónde se dirige la exploración espacial del futuro? ¿Cómo afectan las distancias siderales al tiempo de viaje? ¿Será viable un vehículo como el que se describe en la película? ¿Es la iniciativa privada la solución para solventar estos problemas? No se si le daré respuesta a estas preguntas, pero al menos elucubraremos sobre ciencia ficción y prospectiva sobre la humanidad, que es lo que interesa en este espacio digital.
En relación con la primera cuestión que se ha planteado, podría existir un problema del crecimiento de la población como una de las posibles explicaciones que darían pie al inicio de estos proyectos interestelares. En el futuro puede llegar a ser una necesidad insoslayable realizar colonizaciones espaciales para sobrevivir al incremento incesante de la demografía. Es uno de los miedos clásicos de la cultura occidental. A este respecto, el temor a la “catástrofe malthusiana” parece no haber desaparecido del todo. Esta teoría del siglo XIX postulaba que la población del planeta crecería de forma geométrica, mientras que el aumento de los recursos, como el alimento, se realizaría de forma aritmética. Por tanto, la evolución de esa dinámica abocaría a la especie humana a la extinción. El error de Thomas Robert Malthus fue no considerar que los avances tecnológicos podrían solventar el desfase, por un lado, entre el crecimiento demográfico y, por otro lado, los recursos disponibles para abastecer el consumo de toda esa población en aumento. Asimismo, las previsiones para el crecimiento demográfico parecen indicar un estancamiento para el año 2050, en torno a unos 9600 millones de habitantes, según Naciones Unidas. El mayor crecimiento demográfico se producirá en unas zonas determinadas, como puede ser África, mientras en que otros bajará la natalidad y aumentará la esperanza de vida, como en Europa. Ahora bien, de un tiempo a esta parte, las tesis de Malthus han vuelto a tener una consideración más positiva. En 1968 el entomólogo Paul R. Ehrlich publicó La explosión demográfica, en donde se retomaban estas ideas catastróficas. Más recientemente, el analista geopolítico Robert D. Kaplan, entre otros, determinó que "el incremento de la población, el agotamiento de los suelos y de los recursos hídricos, y otros fenómenos naturales podrían limitar lo que se podía conseguir en determinados lugares", y se preguntaba: "¿y si Malthus tenía razón?"
Aurora Lane (Jennifer Lawrence) alucinado mucho con la situación. |
La literatura y el cine de ciencia ficción han tratado este aspecto de forma intensiva, por ejemplo, en lo que Andreu Domingo ha llamado demodistopías; que serían aquellas distopías cuyo elemento central son los procesos demográficos. En el ámbito audiovisual, el descenso calamitoso de la demografía era presentado, por ejemplo, en la desasosegante 'Hijos de los hombres' (2006), de Alfonso Cuarón, basada en el libro homónimo de P. D. James. El problema contrario, la superpoblación, ha tenido mucha fortuna en el cine. Recientemente, la película 'Elysium' (2013), dirigida por Neill Blomkamp, especulaba sobre este asunto y su vertiente en la desigualdad de clases. Del mismo modo, la adaptación cinematográfica del libro homónimo de Dan Brown, 'Inferno' (2016), que dirigió Ron Howard, narraba los mismos miedos. Estos títulos destacan las preocupaciones de la sociedad y/o de la cultura que los produce, en nuestro caso, la llamaremos "occidental".
El principal miedo que se destila de estos productos culturales es la destrucción del entorno natural y, por tanto, la pérdida de la biodiversidad y del espacio vital; la falta, en definitiva, de un hábitat sostenible para subsistir. Una de las causas que se han estudiado para explicar las extinciones masivas del pasado es, precisamente, la pérdida de hábitat. De este modo, la capacidad de modificar el clima por parte del ser humano, ha determinado la definición de una nueva era geológica, llamada antropoceno, en donde la actividad humana también genera cambios geológicos de relevancia. En concreto el cambio climático y la reducción de recursos a escala planetaria. De ahí que se especule con posibles soluciones a estos retos que se pueden presentar en el futuro. Ejemplo de ello puede ser el proyecto propuesto por el biólogo Edward O. Wilson, un tanto utópico, de convertir la mitad de la Tierra en una reserva mundial de la biodiversidad. Otro ejemplo sería la geoingeniería, que engloba diferentes teorías para modificar el clima del planeta, con el objetivo de contrarrestar los efectos adversos que, en un determinado momento, pudieran impedir la supervivencia del ser humano. Incluso para evitar aquellos fenómenos naturales, no necesariamente provocados por el ser humano, que pueden llegar a ser catastróficos, como por ejemplo una nueva glaciación que congele los cultivos y acabe con la civilización tal y como la conocemos.
Jim Preston (Chris Pratt) buscando al resto de la tripulación. |
Buscar nuevos hábitats puede ser otra manera de sobrevivir como especie. En este caso, la búsqueda de esos nuevos espacios se realizaría en otros planetas con posibilidades de albergar vida. Aunque los avances en geoingeniería sean capaces de solventar el problema del cambio climático —sea éste de origen antrópico o natural—, seguirá existiendo la amenaza, lejana eso sí, del colapso de nuestra estrella. La Tierra será arrasada por el Sol en unos 6.000 millones de años, aproximadamente. Pero no sólo ese hecho es una preocupación latente, puesto que existen meteoritos asesinos por doquier en el espacio, o explosiones de rayos gamma que despiden supernovas lejanas, etcétera. Todos estos posibilidades predisponen a abandonar el Sistema Solar más tarde o más temprano y encontrar, para ello, fórmulas que posibiliten la emigración a otro sistema planetario. Este aspecto es tratado en la deliciosa novela de Arthur C. Clarke: Cánticos de la lejana Tierra. Sea como fuere, el objetivo el proponer esta vía de salvación para la especie humana sería crear colonias estables, en donde ofrecer oportunidades a ese excedente demográfico, o bien, salvarnos del fin de nuestro planeta. En la Antigua Grecia, el punto de no retorno que impedía la convivencia en un polis era conocido como stasis, lo que fomentó que se iniciara el periodo de las colonizaciones entre el siglo VIII y el siglo V a. C. Se fundaron enclaves a lo largo del Mar Mediterráneo y del Mar Negro, posibilitando la continuación y la mejora del pueblo heleno. Una posible forma de stasis futura, fruto de esa drástica reducción del espacio vital, podría generar una nueva oleada de colonizaciones, esta vez con los ojos puestos en las estrellas. Los mares a surcar se convertirán en el vacío espacial.
Si el objetivo es la colonización estelar, primero se debe establecer un plan de exploración espacial para reconocer los exoplanetas con mayores posibilidades de albergar vida en ellos. En este momento, la detección de planetas fuera de nuestro Sistema Solar está avanzando rápidamente. Por ahora se han descubierto más de dos mil, la mayoría probablemente hostiles a la vida, pero afinando la búsqueda es posible ir discriminando aquellos que puedan sostener la vida. En España, sin ir más lejos, existe un proyecto para construir un instrumento capaz de buscar planetas similares a la Tierra en el espacio profundo, al que se le ha llamado CARMENES, utilizado en el Observatorio de Calar Alto en Almería.
El androide Arthur (Michael Sheen) y Jim Preston (Chris Pratt). |
Además, este febrero pasado, la NASA anunció un peculiar e interesante descubrimiento. Se trata de un sistema estelar con siete exoplanetas de tamaño similar a la Tierra. Estos astros desarrollan una órbita alrededor de la estrella Trappist-1, una enana roja más pequeña y fría que nuestro Sol. Se encuentran a cuarenta años luz de la Tierra (más de 350 billones de kilómetros) y han sido localizados gracias al telescopio Trappist (siglas en inglés del Telescopio Pequeño para Planetas en Tránsito y Planetesimales), que se encuentra ubicado en Chile. Lo emocionante de este descubrimiento, es que estos siete planetas se encuentran a una distancia con respecto a Trappist-1 que les permitiría albergar vida en su superficie. Se encuentran en lo que se conoce como "zona de habitabilidad". Por un lado, si se dan las condiciones necesarias, podrían ser buenos candidatos para enviar sondas exploratorias con el objetivo de buscar hábitats óptimos para la supervivencia humana, esto es: que sean rocosos, que tengan agua en estado líquido y que posean atmósfera. Por otro lado, hay que tener en cuenta que su estrella es muy diferente al Sol, lo que puede generar problemas a la hora de sustentar la vida tal y como la conocemos en esos planetas. Además, sus órbitas son muy compactas las unas con las otras y están muy cerca de Trappist, lo que significa que esas trayectorias deben ser muy cortas, de pocos días en completar una vuelta alrededor de la estrella. Esto provocaría un "acoplamiento de marea", fenómeno que hace que muestren una misma cara a la estrella, con la consiguiente variabilidad climática: una zona iluminada muy cálida y otra oscura muy fría, además de vientos peligrosos entre una área y otra.
Se supone que dentro de poco seremos capaces de detectar los componentes de la atmosfera de estos exoplanetas. La tecnología del Telescopio Espacial sucesor del Hubble, llamado James Webb (JWST) y que tiene previsto su lanzamiento para el año 2018, podrá detectar ozono en la atmósfera de alguno de estos mundos, lo que quizá indique actividad biológica. Si existe vida extraterreste en esos planetas, aunque sea microscópica, será más sencillo considerar la posibilidad de que los humanos puedan sobrevivir en esos hábitats.
Viajes a Trappist-1 ¡A sólo 12 parsecs de la Tierra! |
Una vez localizados los exoplanetas más idóneos para sustentar al ser humano, comienza la colonización espacial propiamente dicha, con el objetivo de mandar una nave estelar de grandes proporciones con un valioso cargamento de miles de futuros colonos. ¿Cómo viajarán por las enormes distancias que separan los astros en el espacio profundo? Sin ir más lejos, la estrella más próxima a nosotros, Alfa Centauri, se encuentra a más de cuatro años luz, lo que equivale a unos 40 billones de kilómetros. Los cohetes de propulsión química que se utilizan en la actualidad son ineficaces para ese propósito. Las futuras naves de exploración y colonización deberán tener otros sistemas de propulsión más avanzados y eficientes. En este sentido, o bien se aumenta la capacidad de empuje, o se aumenta la autonomía, puesto que un cohete actual genera mucho empuje pero durante muy poco tiempo. Hay que tener en cuenta que gracias a la falta de rozamiento en el vacío una aceleración constante puede generar velocidades muy altas.
El futurólogo y físico teórico Michio Kaku enuncia varias opciones para llevarnos a las estrellas. La primera de ellas sería el desarrollo del "motor iónico". Este sistema no tiene demasiada potencia de empuje, pero mantiene una constante de aceleración durante mucho tiempo. Los motores iónicos se han probado con éxito en la sonda estadounidense Deep Space, en la europea Smart y en la japonesa Hayabusa. Una versión más potente sería el "motor de plasma". En este caso se calienta hidrógeno, mediante campos magnéticos, hasta el millón de grados Celsius y el plasma resultante es eyectado por el cohete, generando un impulso considerable y constante.
Ilustración de la misión SMART-1. |
Una forma alternativa sería la Propulsión nuclear de pulso, basada en energía de fisión simple y aprovechando una sucesión de ondas producidas por varias explosiones nucleares, que harían avanzar la nave espacial. Este sistema fue proyectado en el Proyecto Orión de los años cincuenta, pero los límites para el desarrollo de pruebas nucleares y los Tratados de No Proliferación han limitado esta posibilidad. Sin embargo, Kaku considera que estas opciones no conseguirán llevarnos hasta otros sistemas estelares, por la sencilla razón de que necesitan transportar mucho combustible y, además, aun se necesita invertir mucho tiempo para llegar al destino.
Los "veleros solares" son otra propuesta a considerar. Este sistema utilizaría la ligera y casi inapreciable presión ejercida por la luz solar, que es continua y se supone que podría impulsar un vehículo espacial a las estrellas sin necesidad de combustible. Algunas versiones proponen el uso de potentes láseres para incrementar el empuje de la nave, que se colocarían en la Luna o en otro astro del Sistema Solar. Si bien, sería necesario construir en el espacio una vela de cintos de kilómetros y el haz láser debería ser de una potencia abrumadora, lo que representa un problema a solventar. De hecho, recientemente los astrofísicos Avi Loeb y Manasvi Lingam postularon que los misteriosos fenómenos celestes conocidos como "explosiones rápidas de radio" podrían tener un origen artificial extraterrestre. Serían pulsos de radiación pensados para empujar un hipotético velero estelar alienígena. Si bien se enfrentan a las teorías más aceptadas de colisiones de estrellas de neutrones o de agujeros negros para explicar estos fenómenos.
Otra opción sería lo que Kaku denomina "estratorreactor de fusión" o bien "estatocolector". Es un sistema enunciado por el físico nuclear Robert W. Bussard y difundida por el astrónomo Carl Sagan en la serie documental 'Cosmos' (1980) y en su libro homónimo. La versión más conocida es el Bussard ramjet. El principio de este sistema es la recolección de hidrógeno del espacio exterior, en donde se supone que habría en abundancia, a través de una parrilla aspiradora. Este hidrógeno se calentaría hasta generar un proceso de fusión nuclear. La ventaja de este motor es que, en teoría, podría funcionar de forma indefinida y no necesitaría transportar el combustible. Además, podría acelerar de forma continua hasta alcanzar velocidades cercanas a la luz. Ahora bien, los intentos de generar una reacción de fusión nuclear se han logrado con formas poco corrientes del hidrógeno: el deuterio y el tritio. Sin embargo, en el espacio abundaría el hidrógeno simple, lo que representa un obstáculo técnico a resolver. Aunque sigue siendo una de las alternativas mejor consideradas.
Ilustración de un estatocolector Bussard. |
Sin embargo, lo más probable es que las misiones interestelares del mañana se realicen mediante "nanonaves" espaciales. Así parece que apuntan recientes iniciativas, como la auspiciada por los empresarios Yuri Milner (Digital Sky Technologies) y Mark Zuckerberg (Facebook), junto al investigador Stephen Hawking, a través de la Breakthrough Unitiatives, para iniciar el proyecto de enviar naves interestelares del tamaño de tarjetas de crédito; una iniciativa a la que han llamado Starshot. De hecho, aun aceptando que se pudieran realizar semejantes viajes en un futuro lejano, este tipo de "micronaves" de pocos gramos podrían estudiar los planetas candidatos para la colonización humana, siendo un paso previo a la hora de establecer el objetivo final, la conformación de una colonia que pueda sustentarse por si misma. Podrían ser los primeros "colonizadores", midiendo toda clase de parámetros para determinar si es viable el planeta en cuestión, si tiene las suficientes semejanzas con la Tierra como para mantener a los humanos.
En cualquier caso —y volviendo a la película que ha suscitado este artículo—, en 'Passengers' la nave estelar que se presenta parece utilizar una especie de propulsor atómico de fusión. El motor de la nave se muestra como una masa de plasma que gira rápidamente, y que está contenida por lo que parecen ser campos magnéticos muy potentes. Podría tratarse de un motor de plasma, pero el estilizado diseño de la astronave no parece indicar que guarde mucho combustible en su interior. Por tanto, podría tratarse de un estacolector como el que se ha descrito más arriba. Que el combustible de la nave, como puede ser el hidrógeno, se trasporte en las bodegas o se extraiga del espacio exterior es algo que no se explica en la película. Además, la estructura de la nave no presenta una barquilla recolectora, al menos no de forma visible. Pero dadas las premisas antedichas podemos pensar que los guionistas podrían haber optado por este tipo de sistema de propulsión para navegar a la estrellas. Desde luego sería una de las mejores opciones a la hora de mover grandes cantidades de masa a velocidades que podrían aproximarse, tímidamente, a la velocidad de la luz.
Sistema de gravedad artificial de la Discovery One, en '2001: una odisea espacial'. |
Me interesa comentar, aunque sea someramente, algunos problemas que presenta el viaje estelar y las soluciones que se han propuesto en la película. El primero de ellos sería la gravedad, inexistente en el vacío del espacio. Las astronautas contemporáneos sufren desordenes en su cuerpo cuando permanecen mucho tiempo en ingravidez, como pueden ser la atrofia muscular o el detrimento de la materia ósea. La respuesta que se da en 'Passengers' se basa en una de las teorías más extendidas para generar gravedad artificial. Consiste en aprovechar la fuerza centrífuga a través del movimiento de rotación en la nave estelar. Si bien este sistema es muy complejo de fabricar, es una de las soluciones más conocidas, propuesta en muchas otras películas, como en las sorprendentes imágenes de '2001: Una odisea del espacio' (1968) de Stanley Kubrick o, mencionando un ejemplo más actual, en la película 'Marte' (2015) de Ridley Scott. La extraña estructura del crucero espacial de 'Passengers' despliega unas zonas habitables en donde se genera gravedad de forma artificial, siguiendo el procedimiento que se ha descrito. Es más, les permite hacer paseos por cubierta y realizar una suerte de "salto al vacío" mientras los viajeros están enganchados a la estructura. No me resisto a compartir la secuencia de la película en la que se pierde la gravedad artificial, mientras la protagonista nada por una piscina climatizada.
Otro problema que se podría dar en los futuros viajes espaciales y que, de hecho, es el desencadenante de la trama en la película, es la amenaza de los meteroides, micrometeoros o, incluso, de polvo estelar. A grandes velocidades un objeto pequeño bien puede destrozar por completo una nave espacial. Por remitirse a una película que trata este problema, se puede nombrar el intenso plano secuencia que se despliega en el inicio de 'Gravity' (2013), de Alfonso Cuarón. Al mismo tiempo, la radiación en el espacio profundo es potencialmente mortal. Ya se ha comentado la existencia de rayos gamma, que destruyen el tejido de las células. Para evitar la exposición a estos peligros durante largos periodos de tiempo, como en un viaje estelar, se requiere un buen sistema de protección. En 'Passengers' se muestra una suerte de generador de "campo de fuerza" situado en la dirección de la marcha de la nave estelar. Es la solución propuesta en la serie 'Star Trek' (1966–1969) creada por Gene Roddenberry, por poner uno de los ejemplos más famosos. En 'Passangers' el sistema protector desvía o desintegra los objetos con los que se cruza el crucero de colonización. Se supone que también resguarda de la radiación. Por tanto, se genera de forma artificial un sistema defensivo como el que posee la atmósfera terrestre. ¿Es posible esta tecnología? En principio resulta complejo. La más parecido puede ser la teoría de campos del electromagnetismo. Si embargo, el descubrimiento de la inducción electromagnética por parte de Faraday y las famosas ecuaciones de Maxwell parecen no permitir un "campo de fuerza" tal y como se suele describir en la ciencia ficción. La más parecido que se ha desarrollado hasta la fecha es la "ventana de plasma", creada por Ady Hershcovitch y utilizada para la soldadura por haz de electrones. El gas de átomos ionizados o plasma es un estado de la materia que puede manipularse con campos eléctricos y magnéticos. En teoría, con la energía suficiente se podría crear una pantalla de plasma incandescente que lograra vaporizar las objetos amenazantes del espacio. Sin embargo, queda mucho por investigar para lograr algo que se asemeje a esta tecnología.
El tiempo es un problema más a tener presente a la hora de proponer viajes a las estrellas. Aunque una nave se acerque a la velocidad de la luz las distancias en el espacio profundo son colosales, por lo que el trayecto se alargaría durante muchos años. Ya se ha indicado que Trappist-1 se encuentra a cuarenta años luz. En la película el viaje que realizan los colonos es de ochenta años. La solución que sigue 'Passengers' es la ya mencionada animación suspendida. Es un recurso que se ha propuesto en muchas películas: 'Alien, el octavo pasajero' (1979) de Ridley Scott, o 'Interstellar' (2014) de Christopher Nolan. Reducir la temperatura del cuerpo hasta casi el cese de las funciones biológicas es una estrategia que siguen algunos animales cuando hibernan. Esta tecnología aún no sido desarrollada para evitar los cristales de hielo en humanos, que pueden romper la estructura de las células. Si en el futuro llegamos a controlar esta técnica se evitarían las naves generacionales, que es la otra vía posible de viaje interestelar, es decir, sacrificar una o varias generaciones de humanos que vivirían en la nave estelar. Los verdaderos colonos serían sus descendientes, aquellos que finalmente llegaran al planeta objetivo. Si bien, como apuntó Albert Einstein en su teoría de la relatividad especial, a velocidades cercanas a la luz el tiempo del observador dentro de una nave estelar trascurriría de forma mucho más lenta. Alcanzar esa barrera de la velocidad de la luz sería una solución para los viajes espaciales, pero parece ser un objetivo muy poco probable. Al menos desde los conocimientos que se tienen actualmente en física. No se analizará, en este ocasión, las teorías propuestas sobre agujeros de gusano, hiperespacio o desplazamiento por curvatura. Habrá tiempo, no se preocupen.
Cápsulas de animación suspendida en 'Alien' (1979). |
Un tema muy interesante que se plantea en la película, aunque eso sí, de forma muy somera y pasando únicamente por encima, es el hecho de que la empresa encargada de realizar los viajes estelares de colonización se encuentra dentro del ámbito privado. Se trata, por tanto, de una especulación sobre cómo pueden desarrollarse la explotación comercial del espacio exterior en el futuro. En la actualidad hemos visto como la agencia gubernamental de la NASA ha reducido sus actividades. El gobierno norteamericano está apostando por las iniciativas privadas a la hora de continuar con la exploración estelar. Los desastres del los transbordadores espaciales Challenger en 1986 y Columbia en 2003, fueron determinantes para retirar el Transbordador STS (Space Shuttle), como medio de transporte por parte de la NASA en el año 2011. En la actualidad, la agencia espacial de Estados Unidos utiliza naves espaciales tipo Soyuz, de fabricación rusa, para llevar astronautas a la Estación Espacial Internacional (International Space Station, ISS). De un tiempo a esta parte, se está apostando por la iniciativa privada a la hora de desarrollar las lanzaderas espaciales del futuro. Así pues, se puede decir que los sectores comerciales interesados en explotar los recursos del espacio pueden llegar a ser determinantes, siempre que los viajes estelares se abaraten y se conviertan en rentables. Una posibilidad sería la aprovechamiento minero, otra la colonización, o bien, una combinación de ambas: minería pensada para beneficio de la propia colonia. Ahora bien, en el aspecto legal ¿se pueden iniciar este tipo de acciones? Es de suponer que en el futuro, en caso de que los viejas estelares sean más numerosos y se envíen humanos o otros planetas, se establezca una nueva normativa, de ámbito internacional, para la colonización del espacio. Sin embargo, los postulados de hoy determinarán las bases legales del futuro a la hora de iniciar estas colonizaciones.
¿Quién podrá iniciar la explotación comercial de los recursos del espacio? Actualmente la base del Derecho internacional sobre asuntos espaciales se puede encontrar en el "Tratado sobre el espacio ultraterrestre" (The Outer Space Treaty), firmado en 1967 entre los Estados Unidos, Reino Unido y la Unión Soviética. Ha sido ratificado por 103 países, entre ellos España. El este documento se tratan muchos asuntos, entre ellos se establece el libre acceso al espacio y a todos los objetos celestes y, asimismo, que no puedan ser reclamados por un estado o por una persona concreta. Además, interesa saber que las actividades deberán ser pacificas —está prohibido desplegar cualquier arma de destrucción masiva— y que los gobiernos de cada estado serán responsables de las actividades de sus compañías. Ahora bien, en 2015 el presidente de los Estados Unidos, Barak Obama, firmó la ley U.S. Commercial Space Launch Competitiveness Act (Ley para la competitividad de los lanzamientos espaciales comerciales norteamericanos), en donde se establece que sus ciudadanos podrán extraer recursos de cuerpos celestes, lo que podría entrar en contradicción con la Outer Space Treaty y su premisa de que los recursos no podrán ser reclamados por ningún estado. Estas iniciativas pueden estar poniendo en cuestión el concepto de espacio como bien común de toda la humanidad, en donde se supone que debe prevalecer la cooperación internacional a la hora de realizar operaciones comerciales. No quiero imaginar qué puede ocurrir a este respecto con el nuevo presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. En cualquier caso, en la película no se establece —por lo que yo recuerde— la titularidad de la empresa encargada de la colonización espacial. Ateniéndonos a los tratados internacionales actuales, debería ser una especie de conglomerado de empresas de diferentes países, auspiciadas por un organismo parecido a las Naciones Unidas; parece razonable pensar en la Oficina de Naciones Unidas para Asuntos del Espacio Exterior (United Nations Office for Outer Space Affairs, UNOOSA) como entidad encargada de administrar las diferentes iniciativas privadas.
En resumen, el planteamiento de 'Passengers' puede ser una posibilidad factible dentro de muchos años, décadas, quizá al menos sea necesario un siglo, pero es una idea plausible al fin y al cabo. La investigación científica y los avances tecnológicos parecen apuntar —al menos en la teoría— a la posibilidad de crear estatocolectores, que además integren un motor de fusión nuclear eficiente, que recoja hidrógeno simple del espacio. Así como medios técnicos para generar gravedad artificial, fabricar cápsulas de animación suspendida e, incluso, pantallas defensivas para evitar los riesgos de los viajes a través del vacío interestelar. Así pues, se puede argumentar con Kaku que no hay ninguna ley física que nos impida surcar el espacio exterior hacia las estrellas, si bien el obstáculo más inmediato serían los costes. Ya sea una iniciativa pública o privada, tenga un objetivo de explotación económica o bien un plan de colonización para sobrevivir como especie —ya sea por catástrofe natural, un efecto antrópico o por sobrepoblación—, sin duda, los costes de llevar seres humanos a otros planetas serán cuantiosos. La verdadera barrera a sortear en el futuro parecen ser los gastos.
Pues hasta aquí signori, que ya estoy cansado de estrujarme las meninges por ahora. Creo que el tema ha dado bastante de sí. Espero que lo hayan disfrutado, o que al menos no les aburriera demasiado. Conserven la salud y vuelvan cuando gusten. Quedo a sus pies.
United Nations Office for Outer Space Affairs. |
En resumen, el planteamiento de 'Passengers' puede ser una posibilidad factible dentro de muchos años, décadas, quizá al menos sea necesario un siglo, pero es una idea plausible al fin y al cabo. La investigación científica y los avances tecnológicos parecen apuntar —al menos en la teoría— a la posibilidad de crear estatocolectores, que además integren un motor de fusión nuclear eficiente, que recoja hidrógeno simple del espacio. Así como medios técnicos para generar gravedad artificial, fabricar cápsulas de animación suspendida e, incluso, pantallas defensivas para evitar los riesgos de los viajes a través del vacío interestelar. Así pues, se puede argumentar con Kaku que no hay ninguna ley física que nos impida surcar el espacio exterior hacia las estrellas, si bien el obstáculo más inmediato serían los costes. Ya sea una iniciativa pública o privada, tenga un objetivo de explotación económica o bien un plan de colonización para sobrevivir como especie —ya sea por catástrofe natural, un efecto antrópico o por sobrepoblación—, sin duda, los costes de llevar seres humanos a otros planetas serán cuantiosos. La verdadera barrera a sortear en el futuro parecen ser los gastos.
Pues hasta aquí signori, que ya estoy cansado de estrujarme las meninges por ahora. Creo que el tema ha dado bastante de sí. Espero que lo hayan disfrutado, o que al menos no les aburriera demasiado. Conserven la salud y vuelvan cuando gusten. Quedo a sus pies.