miércoles, 1 de noviembre de 2017

Blade Runner 2049: la personalidad jurídica del replicante


Cartel Ryan Gosling
Cartel de 'Blade Runner 2049' con Ryan Gosling.

¿Podrán las futuras tecnologías en biología sintética crear organismos artificiales indistinguibles de los seres humanos? ¿Serán una realidad los replicantes en un futuro no muy lejano? ¿Se les podrá considerar seres vivos? En tal caso, ¿qué clase de estatuto jurídico tendrá semejante creación? ¿Se le puede otorgar derechos de la personalidad a un ente que, en realidad, no ha nacido?

Bienvenidos de nuevo lectores de este blog y nuevas gentes que se acerquen por curiosidad a este espacio digital. En este artículo vamos a hablar sobre 'Blade Runner 2049' (2017) y el análisis de la película se hará en torno a las preguntas antes expuestas. Así pues, se pretende observar la cinta desde un punto de vista concreto: la búsqueda, por parte del replicante, de la adquisición y el ejercicio de los derechos civiles que se les suponen a toda persona por el mero hecho de ser persona. ¿Puede un replicante, un organismo sintético creado a semejanza de los seres humanos, reclamar derechos de la persona?

jueves, 7 de septiembre de 2017

Valérian y Laureline: del cómic a la pantalla grande

Saludos lectores y sean bienvenidos. En esta nueva publicación de 'El Cronista Audiovisual' se abordan algunas consideraciones sobre la película 'Valerian y la ciudad de los mil planetas' (2017), dirigida por Luc Besson y basada en los cómics del guionista Pierre Christin y el dibujante Jean Claude Mézières. En el reparto podemos encontrar a Dane DeHaan y Cara Delevingne como principales protagonistas, acompañados por Clive Owen, Rihanna, Ethan Hawke, Herbie Hancock, John Goodman, Rutger Hauer, Kris Wu, Emilie Livingston y Aurelien Gaya, entre otros. Se trata de la película más costosa del cine europeo hasta la fecha, rondando un coste de 200 millones de euros. El director francés es muy dado a superar records, puesto que cuando realizó la película de 'El quinto elemento' (1997) llego a ser la producción más cara del cine europeo hasta esa fecha.

Cartel
Cartel de  'Valerian y la ciudad de los mil planetas' (2017).

La película se desarrolla en el siglo XXVIII, en donde los agentes espaciales Valérian (Dane DeHaan) y Laureline (Cara Delevingne) trabajan para mantener el orden en los dominios humanos. El equipo es enviado a una misión hacia la curiosa y cosmopolita estructura artificial de Alpha, una metrópolis en continua expansión que flota en el espacio. Allí especies de todo el universo han convivido durante siglos para compartir diferentes culturas, conocimientos y tecnologías. Sin embargo existe una amenaza en el interior de la estación, una fuerza desconocida que hace peligrar la paz en la "Ciudad de los Mil Planetas". Laureline y Valerian tratarán de solucionar el problema que se propaga por Alpha, descubriendo un oscuro secreto que clama justicia. El futuro de la convivencia pacífica está en sus manos.

martes, 20 de junio de 2017

'Alien: Covenant' ¿Una teleología del xenomorfo?

Bien hallados lectores, asiduos y potenciales, que han decidido acercarse a este rincón del ciberespacio y gastar un poco de su preciado tiempo en atender a las arbitrariedades y arbitrismos, generalmente insustanciales, que publico aquí. La finalidad es una mera llamada la atención sobre preocupaciones e ideas que me vienen a la cabeza cuando se mezclan y se intersecan mis escuetos conocimientos adquiridos con los años. Aquellos que aun no he desterrado de mi memoria para enviarlos al ostracismo del olvido.

No se preocupen. Termino con la jerigonza vacua y sin sentido y entro en materia. Siento que estas presentaciones me salgan tan abracadabrantes. A ello, pues.

Alien Covenant
Cartel de 'Alien: Covenant' (2017).

El motivo de que escriba esta entrada en el blog  de 'El Cronista Audiovisual' es comentar algunas reflexiones que me surgen a raíz de la película 'Alien: Covenant' (2017), dirigida por Ridley Scott y protagonizada por: Michael Fassbender, Katherine Waterston, Billy Crudup, Danny McBride, entre otros. Se trata de la secuela de la precuela de la saga 'Alien'. Imagino que nos tendremos que ir acostumbrando a escuchar estas expresiones tan cacofónicas.

viernes, 17 de marzo de 2017

'Passengers', colonización y viajes estelares

Reciban cordiales saludos, navegantes del océano digital. ¿Ya pensaban que no iba a escribir nada en mucho tiempo? Pues bueno, no sean tan maledicentes, la pausa no ha sido demasiado larga para la costumbre que suelo seguir. Sean bienvenidos de nuevo y, al mismo tiempo, agradezco la visita de aquellos que pisan estos parajes por primera vez. Espero y deseo que disfruten de esta nueva síntesis.

Passangers - cartel
Cartel de 'Passangers' (2016).

Entrando en materia, vengo a comentarles un título que se estrenó hace ya tiempo, pero que ofrecía algunos elementos interesantes desde los que especular sobre el futuro. La película es 'Passengers' (2016), protagonizada por Chris Pratt, Jennifer Lawrence, Michael Sheen y Laurence Fishburne. Dirigida por Morten Tyldum y con guión de Jon Spaihts. Se trata de una historia entretenida, con algunas buenas premisas, pero que se diluye en la materia romántica y que acaba como una película de pura acción. Cuenta la historia de una nave espacial de colonización, que lleva un cargamento de miles de colonos en estado de hibernación hasta un planeta habitable. Sin embargo, un accidente provocado al atravesar un enjambre de meteoritos avería algunos de las sistemas de la nave, entre ellos una de las cápsulas de animación suspendida. Por ese motivo, el colono Jim Preston (Chris Pratt) despierta ochenta años antes de llegar a su destino. A partir de ese momento, tratará de llevar el asunto con filosofía, como se suele decir, pero la soledad —la única compañía que tiene es Arthur (Michael Sheen), un simpático robot camarero que trata de ayudarle— y la necesidad vital de relacionarse con otros seres humanos, le llevará a enamorarse de otra colona, Aurora Lane (Jennifer Lawrence). Ahora bien ¿es ético sacrificar el futuro de una persona por la felicidad de otra?

En cualquier caso, no son los aspectos morales lo quiero destacar aquí, y pueden darse disquisiciones muy sugestivas, véase un ejemplo para aquellos que estén interesados. Si bien, en este caso, sólo quería introducir al lector en la historia. Lo que me interesa de verdad es el proyecto de colonización espacial que se propone. En este sentido, la película plantea la necesidad de enviar humanos a otros planetas, sin entrar mucho en las razones, salvo un ambiguo "empezar de nuevo" buscando oportunidades que ya no existen en la Tierra. Este servicio lo cubre una empresa privada que se dedica —entresacando algunos datos esporádicos, sobre todo en los inicios de la película—, a la construcción de inmensas y sofisticadas naves espaciales de colonización, la selección de las personas que irán al nuevo mundo y su "terraformación" para hacerlo habitable. Queda patente que este planteamiento está pensado para un futuro más bien lejano, dadas las dificultades que en este momento tendría emprender una iniciativa de tamaña envergadura.

Nave espacial
Nave espacial de colonización.

Las preguntas que surgen, desde mi punto de vista, tienen que ver con la necesidad de enviar colonos a planetas lejanos. ¿Podría ser una forma de solucionar un futurible problema de sobrepoblación en la Tierra? Asimismo, me surgen cuestiones sobre las tecnologías plausibles que se han planteado para llevar a cabo viajes interestelares de este calibre. ¿Qué tipos de naves espaciales podrían desarrollarse en el futuro para alcanzar la meta de estas misiones? ¿Hacia dónde se dirige la exploración espacial del futuro? ¿Cómo afectan las distancias siderales al tiempo de viaje? ¿Será viable un vehículo como el que se describe en la película? ¿Es la iniciativa privada la solución para solventar estos problemas? No se si le daré respuesta a estas preguntas, pero al menos elucubraremos sobre ciencia ficción y prospectiva sobre la humanidad, que es lo que interesa en este espacio digital.

En relación con la primera cuestión que se ha planteado, podría existir un problema del crecimiento de la población como una de las posibles explicaciones que darían pie al inicio de estos proyectos interestelares. En el futuro puede llegar a ser una necesidad insoslayable realizar colonizaciones espaciales para sobrevivir al incremento incesante de la demografía. Es uno de los miedos clásicos de la cultura occidental. A este respecto, el temor a la “catástrofe malthusiana” parece no haber desaparecido del todo. Esta teoría del siglo XIX postulaba que la población del planeta crecería de forma geométrica, mientras que el aumento de los recursos, como el alimento, se realizaría de forma aritmética. Por tanto, la evolución de esa dinámica abocaría a la especie humana a la extinción. El error de Thomas Robert Malthus fue no considerar que los avances tecnológicos podrían solventar el desfase, por un lado, entre el crecimiento demográfico y, por otro lado, los recursos disponibles para abastecer el consumo de toda esa población en aumento. Asimismo, las previsiones para el crecimiento demográfico parecen indicar un estancamiento para el año 2050, en torno a unos 9600 millones de habitantes, según Naciones Unidas. El mayor crecimiento demográfico se producirá en unas zonas determinadas, como puede ser África, mientras en que otros bajará la natalidad y aumentará la esperanza de vida, como en Europa. Ahora bien, de un tiempo a esta parte, las tesis de Malthus han vuelto a tener una consideración más positiva. En 1968 el entomólogo Paul R. Ehrlich publicó La explosión demográfica, en donde se retomaban estas ideas catastróficas. Más recientemente, el analista geopolítico Robert D. Kaplan, entre otros, determinó que "el incremento de la población, el agotamiento de los suelos y de los recursos hídricos, y otros fenómenos naturales podrían limitar lo que se podía conseguir en determinados lugares", y se preguntaba: "¿y si Malthus tenía razón?"

Aurora Lane (Jennifer Lawrence)
Aurora Lane (Jennifer Lawrence) alucinado mucho con la situación.

La literatura y el cine de ciencia ficción han tratado este aspecto de forma intensiva, por ejemplo, en lo que Andreu Domingo ha llamado demodistopías; que serían aquellas distopías cuyo elemento central son los procesos demográficos. En el ámbito audiovisual, el descenso calamitoso de la demografía era presentado, por ejemplo, en la desasosegante 'Hijos de los hombres' (2006), de Alfonso Cuarón, basada en el libro homónimo de P. D. James. El problema contrario, la superpoblación, ha tenido mucha fortuna en el cine. Recientemente, la película 'Elysium' (2013), dirigida por Neill Blomkamp, especulaba sobre este asunto y su vertiente en la desigualdad de clases. Del mismo modo, la adaptación cinematográfica del libro homónimo de Dan Brown, 'Inferno' (2016), que dirigió Ron Howard, narraba los mismos miedos. Estos títulos destacan las preocupaciones de la sociedad y/o de la cultura que los produce, en nuestro caso, la llamaremos "occidental".

El principal miedo que se destila de estos productos culturales es la destrucción del entorno natural y, por tanto, la pérdida de la biodiversidad y del espacio vital; la falta, en definitiva, de un hábitat sostenible para subsistir. Una de las causas que se han estudiado para explicar las extinciones masivas del pasado es, precisamente, la pérdida de hábitat. De este modo, la capacidad de modificar el clima por parte del ser humano, ha determinado la definición de una nueva era geológica, llamada antropoceno, en donde la actividad humana también genera cambios geológicos de relevancia. En concreto el cambio climático y la reducción de recursos a escala planetaria. De ahí que se especule con posibles soluciones a estos retos que se pueden presentar en el futuro. Ejemplo de ello puede ser el proyecto propuesto por el biólogo Edward O. Wilson, un tanto utópico, de convertir la mitad de la Tierra en una reserva mundial de la biodiversidad. Otro ejemplo sería la geoingeniería, que engloba diferentes teorías para modificar el clima del planeta, con el objetivo de contrarrestar los efectos adversos que, en un determinado momento, pudieran impedir la supervivencia del ser humano. Incluso para evitar aquellos fenómenos naturales, no necesariamente provocados por el ser humano, que pueden llegar a ser catastróficos, como por ejemplo una nueva glaciación que congele los cultivos y acabe con la civilización tal y como la conocemos.

Jim Preston (Chris Pratt)
Jim Preston (Chris Pratt) buscando al resto de la tripulación.

Buscar nuevos hábitats puede ser otra manera de sobrevivir como especie. En este caso, la búsqueda de esos nuevos espacios se realizaría en otros planetas con posibilidades de albergar vida. Aunque los avances en geoingeniería sean capaces de solventar el problema del cambio climático —sea éste de origen antrópico o natural—, seguirá existiendo la amenaza, lejana eso sí, del colapso de nuestra estrella. La Tierra será arrasada por el Sol en unos 6.000 millones de años, aproximadamente. Pero no sólo ese hecho es una preocupación latente, puesto que existen meteoritos asesinos por doquier en el espacio, o explosiones de rayos gamma que despiden supernovas lejanas, etcétera. Todos estos posibilidades predisponen a abandonar el Sistema Solar más tarde o más temprano y encontrar, para ello, fórmulas que posibiliten la emigración a otro sistema planetario. Este aspecto es tratado en la deliciosa novela de Arthur C. Clarke: Cánticos de la lejana Tierra. Sea como fuere, el objetivo el proponer esta vía de salvación para la especie humana sería crear colonias estables, en donde ofrecer oportunidades a ese excedente demográfico, o bien, salvarnos del fin de nuestro planeta. En la Antigua Grecia, el punto de no retorno que impedía la convivencia en un polis era conocido como stasis, lo que fomentó que se iniciara el periodo de las colonizaciones entre el siglo VIII y el siglo V a. C. Se fundaron enclaves a lo largo del Mar Mediterráneo y del Mar Negro, posibilitando la continuación y la mejora del pueblo heleno. Una posible forma de stasis futura, fruto de esa drástica reducción del espacio vital, podría generar una nueva oleada de colonizaciones, esta vez con los ojos puestos en las estrellas. Los mares a surcar se convertirán en el vacío espacial.

Si el objetivo es la colonización estelar, primero se debe establecer un plan de exploración espacial para reconocer los exoplanetas con mayores posibilidades de albergar vida en ellos. En este momento, la detección de planetas fuera de nuestro Sistema Solar está avanzando rápidamente. Por ahora se han descubierto más de dos mil, la mayoría probablemente hostiles a la vida, pero afinando la búsqueda es posible ir discriminando aquellos que puedan sostener la vida. En España, sin ir más lejos, existe un proyecto para construir un instrumento capaz de buscar planetas similares a la Tierra en el espacio profundo, al que se le ha llamado CARMENES, utilizado en el Observatorio de Calar Alto en Almería.

Arthur (Michael Sheen) y Jim Preston (Chris Pratt)
El androide Arthur (Michael Sheen) y Jim Preston (Chris Pratt).

Además, este febrero pasado, la NASA anunció un peculiar e interesante descubrimiento. Se trata de un sistema estelar con siete exoplanetas de tamaño similar a la Tierra. Estos astros desarrollan una órbita alrededor de la estrella Trappist-1, una enana roja más pequeña y fría que nuestro Sol. Se encuentran a cuarenta años luz de la Tierra (más de 350 billones de kilómetros) y han sido localizados gracias al telescopio Trappist (siglas en inglés del Telescopio Pequeño para Planetas en Tránsito y Planetesimales), que se encuentra ubicado en Chile. Lo emocionante de este descubrimiento, es que estos siete planetas se encuentran a una distancia con respecto a Trappist-1 que les permitiría albergar vida en su superficie. Se encuentran en lo que se conoce como "zona de habitabilidad". Por un lado, si se dan las condiciones necesarias, podrían ser buenos candidatos para enviar sondas exploratorias con el objetivo de buscar hábitats óptimos para la supervivencia humana, esto es: que sean rocosos, que tengan agua en estado líquido y que posean atmósfera. Por otro lado, hay que tener en cuenta que su estrella es muy diferente al Sol, lo que puede generar problemas a la hora de sustentar la vida tal y como la conocemos en esos planetas. Además, sus órbitas son muy compactas las unas con las otras y están muy cerca de Trappist, lo que significa que esas trayectorias deben ser muy cortas, de pocos días en completar una vuelta alrededor de la estrella. Esto provocaría un "acoplamiento de marea", fenómeno que hace que muestren una misma cara a la estrella, con la consiguiente variabilidad climática: una zona iluminada muy cálida y otra oscura muy fría, además de vientos peligrosos entre una área y otra.

Se supone que dentro de poco seremos capaces de detectar los componentes de la atmosfera de estos exoplanetas. La tecnología del Telescopio Espacial sucesor del Hubble, llamado James Webb (JWST) y que tiene previsto su lanzamiento para el año 2018, podrá detectar ozono en la atmósfera de alguno de estos mundos, lo que quizá indique actividad biológica. Si existe vida extraterreste en esos planetas, aunque sea microscópica, será más sencillo considerar la posibilidad de que los humanos puedan sobrevivir en esos hábitats.


Viajes a Trappist-1 ¡A sólo 12 parsecs de la Tierra!

Una vez localizados los exoplanetas más idóneos para sustentar al ser humano, comienza la colonización espacial propiamente dicha, con el objetivo de mandar una nave estelar de grandes proporciones con un valioso cargamento de miles de futuros colonos. ¿Cómo viajarán por las enormes distancias que separan los astros en el espacio profundo? Sin ir más lejos, la estrella más próxima a nosotros, Alfa Centauri, se encuentra a más de cuatro años luz, lo que equivale a unos 40 billones de kilómetros. Los cohetes de propulsión química que se utilizan en la actualidad son ineficaces para ese propósito. Las futuras naves de exploración y colonización deberán tener otros sistemas de propulsión más avanzados y eficientes. En este sentido, o bien se aumenta la capacidad de empuje, o se aumenta la autonomía, puesto que un cohete actual genera mucho empuje pero durante muy poco tiempo. Hay que tener en cuenta que gracias a la falta de rozamiento en el vacío una aceleración constante puede generar velocidades muy altas.

El futurólogo y físico teórico Michio Kaku enuncia varias opciones para llevarnos a las estrellas. La primera de ellas sería el desarrollo del "motor iónico". Este sistema no tiene demasiada potencia de empuje, pero mantiene una constante de aceleración durante mucho tiempo. Los motores iónicos se han probado con éxito en la sonda estadounidense Deep Space, en la europea Smart y en la japonesa Hayabusa. Una versión más potente sería el "motor de plasma". En este caso se calienta hidrógeno, mediante campos magnéticos, hasta el millón de grados Celsius y el plasma resultante es eyectado por el cohete, generando un impulso considerable y constante.

SMART-1
Ilustración de la misión SMART-1.

Una forma alternativa sería la Propulsión nuclear de pulso, basada en energía de fisión simple y aprovechando una sucesión de ondas producidas por varias explosiones nucleares, que harían avanzar la nave espacial. Este sistema fue proyectado en el Proyecto Orión de los años cincuenta, pero los límites para el desarrollo de pruebas nucleares y los Tratados de No Proliferación han limitado esta posibilidad. Sin embargo, Kaku considera que estas opciones no conseguirán llevarnos hasta otros sistemas estelares, por la sencilla razón de que necesitan transportar mucho combustible y, además, aun se necesita invertir mucho tiempo para llegar al destino.

Los "veleros solares" son otra propuesta a considerar. Este sistema utilizaría la ligera y casi inapreciable presión ejercida por la luz solar, que es continua y se supone que podría impulsar un vehículo espacial a las estrellas sin necesidad de combustible. Algunas versiones proponen el uso de potentes láseres para incrementar el empuje de la nave, que se colocarían en la Luna o en otro astro del Sistema Solar. Si bien, sería necesario construir en el espacio una vela de cintos de kilómetros y el haz láser debería ser de una potencia abrumadora, lo que representa un problema a solventar. De hecho, recientemente los astrofísicos Avi Loeb y Manasvi Lingam postularon que los misteriosos fenómenos celestes conocidos como "explosiones rápidas de radio" podrían tener un origen artificial extraterrestre. Serían pulsos de radiación pensados para empujar un hipotético velero estelar alienígena. Si bien se enfrentan a las teorías más aceptadas de colisiones de estrellas de neutrones o de agujeros negros para explicar estos fenómenos.

Otra opción sería lo que Kaku denomina "estratorreactor de fusión" o bien "estatocolector". Es un sistema enunciado por el físico nuclear Robert W. Bussard y difundida por el astrónomo Carl Sagan en la serie documental 'Cosmos' (1980) y en su libro homónimo. La versión más conocida es el Bussard ramjet. El principio de este sistema es la recolección de hidrógeno del espacio exterior, en donde se supone que habría en abundancia, a través de una parrilla aspiradora. Este hidrógeno se calentaría hasta generar un proceso de fusión nuclear. La ventaja de este motor es que, en teoría, podría funcionar de forma indefinida y no necesitaría transportar el combustible. Además, podría acelerar de forma continua hasta alcanzar velocidades cercanas a la luz. Ahora bien, los intentos de generar una reacción de fusión nuclear se han logrado con formas poco corrientes del hidrógeno: el deuterio y el tritio. Sin embargo, en el espacio abundaría el hidrógeno simple, lo que representa un obstáculo técnico a resolver. Aunque sigue siendo una de las alternativas mejor consideradas.

estatocolector Bussard
Ilustración de un estatocolector Bussard.

Sin embargo, lo más probable es que las misiones interestelares del mañana se realicen mediante "nanonaves" espaciales. Así parece que apuntan recientes iniciativas, como la auspiciada por los empresarios Yuri Milner  (Digital Sky Technologies) y Mark Zuckerberg (Facebook), junto al investigador Stephen Hawking, a través de la Breakthrough Unitiatives, para iniciar el proyecto de enviar naves interestelares del tamaño de tarjetas de crédito; una iniciativa a la que han llamado Starshot. De hecho, aun aceptando que se pudieran realizar semejantes viajes en un futuro lejano, este tipo de "micronaves" de pocos gramos podrían estudiar los planetas candidatos para la colonización humana, siendo un paso previo a la hora de establecer el objetivo final, la conformación de una colonia que pueda sustentarse por si misma. Podrían ser los primeros "colonizadores", midiendo toda clase de parámetros para determinar si es viable el planeta en cuestión, si tiene las suficientes semejanzas con la Tierra como para mantener a los humanos.

En cualquier caso —y volviendo a la película que ha suscitado este artículo—, en 'Passengers' la nave estelar que se presenta parece utilizar una especie de propulsor atómico de fusión. El motor de la nave se muestra como una masa de plasma que gira rápidamente, y que está contenida por lo que parecen ser campos magnéticos muy potentes. Podría tratarse de un motor de plasma, pero el estilizado diseño de la astronave no parece indicar que guarde mucho combustible en su interior. Por tanto, podría tratarse de un estacolector como el que se ha descrito más arriba. Que el combustible de la nave, como puede ser el hidrógeno, se trasporte en las bodegas o se extraiga del espacio exterior es algo que no se explica en la película. Además, la estructura de la nave no presenta una barquilla recolectora, al menos no de forma visible. Pero dadas las premisas antedichas podemos pensar que los guionistas podrían haber optado por este tipo de sistema de propulsión para navegar a la estrellas. Desde luego sería una de las mejores opciones a la hora de mover grandes cantidades de masa a velocidades que podrían aproximarse, tímidamente, a la velocidad de la luz.

Discovery One
Sistema de gravedad artificial de la Discovery One, en '2001: una odisea espacial'.

Me interesa comentar, aunque sea someramente, algunos problemas que presenta el viaje estelar y las soluciones que se han propuesto en la película. El primero de ellos sería la gravedad, inexistente en el vacío del espacio. Las astronautas contemporáneos sufren desordenes en su cuerpo cuando permanecen mucho tiempo en ingravidez, como pueden ser la atrofia muscular o el detrimento de la materia ósea. La respuesta que se da en 'Passengers' se basa en una de las teorías más extendidas para generar gravedad artificial. Consiste en aprovechar la fuerza centrífuga a través del movimiento de rotación en la nave estelar. Si bien este sistema es muy complejo de fabricar, es una de las soluciones más conocidas, propuesta en muchas otras películas, como en las sorprendentes imágenes de '2001: Una odisea del espacio' (1968) de Stanley Kubrick o, mencionando un ejemplo más actual, en la película 'Marte' (2015) de Ridley Scott. La extraña estructura del crucero espacial de 'Passengers' despliega unas zonas habitables en donde se genera gravedad de forma artificial, siguiendo el procedimiento que se ha descrito. Es más, les permite hacer paseos por cubierta y realizar una suerte de "salto al vacío" mientras los viajeros están enganchados a la estructura. No me resisto a compartir la secuencia de la película en la que se pierde la gravedad artificial, mientras la protagonista nada por una piscina climatizada.



Otro problema que se podría dar en los futuros viajes espaciales y que, de hecho, es el desencadenante de la trama en la película, es la amenaza de los meteroides, micrometeoros o, incluso, de polvo estelar. A grandes velocidades un objeto pequeño bien puede destrozar por completo una nave espacial. Por remitirse a una película que trata este problema, se puede nombrar el intenso plano secuencia que se despliega en el inicio de 'Gravity' (2013), de Alfonso Cuarón. Al mismo tiempo, la radiación en el espacio profundo es potencialmente mortal. Ya se ha comentado la existencia de rayos gamma, que destruyen el tejido de las células. Para evitar la exposición a estos peligros durante largos periodos de tiempo, como en un viaje estelar, se requiere un buen sistema de protección. En 'Passengers' se muestra una suerte de generador de "campo de fuerza" situado en la dirección de la marcha de la nave estelar. Es la solución propuesta en la serie 'Star Trek' (1966–1969) creada por Gene Roddenberry, por poner uno de los ejemplos más famosos. En 'Passangers' el sistema protector desvía o desintegra los objetos con los que se cruza el crucero de colonización. Se supone que también resguarda de la radiación. Por tanto, se genera de forma artificial un sistema defensivo como el que posee la atmósfera terrestre. ¿Es posible esta tecnología? En principio resulta complejo. La más parecido puede ser la teoría de campos del electromagnetismo. Si embargo, el descubrimiento de la inducción electromagnética por parte de Faraday y las famosas ecuaciones de Maxwell parecen no permitir un "campo de fuerza" tal y como se suele describir en la ciencia ficción. La más parecido que se ha desarrollado hasta la fecha es la "ventana de plasma", creada por Ady Hershcovitch y utilizada para la soldadura por haz de electrones. El gas de átomos ionizados o plasma es un estado de la materia que puede manipularse con campos eléctricos y magnéticos. En teoría, con la energía suficiente se podría crear una pantalla de plasma incandescente que lograra vaporizar las objetos amenazantes del espacio. Sin embargo, queda mucho por investigar para lograr algo que se asemeje a esta tecnología.

El tiempo es un problema más a tener presente a la hora de proponer viajes a las estrellas. Aunque una nave se acerque a la velocidad de la luz las distancias en el espacio profundo son colosales, por lo que el trayecto se alargaría durante muchos años. Ya se ha indicado que Trappist-1 se encuentra a cuarenta años luz. En la película el viaje que realizan los colonos es de ochenta años. La solución que sigue 'Passengers' es la ya mencionada animación suspendida. Es un recurso que se ha propuesto en muchas películas: 'Alien, el octavo pasajero' (1979) de Ridley Scott, o 'Interstellar' (2014) de Christopher Nolan. Reducir la temperatura del cuerpo hasta casi el cese de las funciones biológicas es una estrategia que siguen algunos animales cuando hibernan. Esta tecnología aún no sido desarrollada para evitar los cristales de hielo en humanos, que pueden romper la estructura de las células. Si en el futuro llegamos a controlar esta técnica se evitarían las naves generacionales, que es la otra vía posible de viaje interestelar, es decir, sacrificar una o varias generaciones de humanos que vivirían en la nave estelar. Los verdaderos colonos serían sus descendientes, aquellos que finalmente llegaran al planeta objetivo. Si bien, como apuntó Albert Einstein en su teoría de la relatividad especial, a velocidades cercanas a la luz el tiempo del observador dentro de una nave estelar trascurriría de forma mucho más lenta. Alcanzar esa barrera de la velocidad de la luz sería una solución para los viajes espaciales, pero parece ser un objetivo muy poco probable. Al menos desde los conocimientos que se tienen actualmente en física. No se analizará, en este ocasión, las teorías propuestas sobre agujeros de gusano, hiperespacio o desplazamiento por curvatura. Habrá tiempo, no se preocupen.

Animación suspendida Alien
Cápsulas de animación suspendida en 'Alien' (1979).
Un tema muy interesante que se plantea en la película, aunque eso sí, de forma muy somera y pasando únicamente por encima, es el hecho de que la empresa encargada de realizar los viajes estelares de colonización se encuentra dentro del ámbito privado. Se trata, por tanto, de una especulación sobre cómo pueden desarrollarse la explotación comercial del espacio exterior en el futuro. En la actualidad hemos visto como la agencia gubernamental de la NASA ha reducido sus actividades. El gobierno norteamericano está apostando por las iniciativas privadas a la hora de continuar con la exploración estelar. Los desastres del los transbordadores espaciales Challenger en 1986 y Columbia en 2003, fueron determinantes para retirar el Transbordador STS (Space Shuttle), como medio de transporte por parte de la NASA en el año 2011. En la actualidad, la agencia espacial de Estados Unidos utiliza naves espaciales tipo Soyuz, de fabricación rusa, para llevar astronautas a la Estación Espacial Internacional (International Space Station, ISS). De un tiempo a esta parte, se está apostando por la iniciativa privada a la hora de desarrollar las lanzaderas espaciales del futuro. Así pues, se puede decir que los sectores comerciales interesados en explotar los recursos del espacio pueden llegar a ser determinantes, siempre que los viajes estelares se abaraten y se conviertan en rentables. Una posibilidad sería la aprovechamiento minero, otra la colonización, o bien, una combinación de ambas: minería pensada para beneficio de la propia colonia. Ahora bien, en el aspecto legal ¿se pueden iniciar este tipo de acciones? Es de suponer que en el futuro, en caso de que los viejas estelares sean más numerosos y se envíen humanos o otros planetas, se establezca una nueva normativa, de ámbito internacional, para la colonización del espacio. Sin embargo, los postulados de hoy determinarán las bases legales del futuro a la hora de iniciar estas colonizaciones.

¿Quién podrá iniciar la explotación comercial de los recursos del espacio? Actualmente la base del Derecho internacional sobre asuntos espaciales se puede encontrar en el "Tratado sobre el espacio ultraterrestre" (The Outer Space Treaty), firmado en 1967 entre los Estados Unidos, Reino Unido y la Unión Soviética. Ha sido ratificado por 103 países, entre ellos España. El este documento se tratan muchos asuntos, entre ellos se establece el libre acceso al espacio y a todos los objetos celestes y, asimismo, que no puedan ser reclamados por un estado o por una persona concreta. Además, interesa saber que las actividades deberán ser pacificas —está prohibido desplegar cualquier arma de destrucción masiva— y que los gobiernos de cada estado serán responsables de las actividades de sus compañías. Ahora bien, en 2015 el presidente de los Estados Unidos, Barak Obama, firmó la ley U.S. Commercial Space Launch Competitiveness Act (Ley para la competitividad de los lanzamientos espaciales comerciales norteamericanos), en donde se establece que sus ciudadanos podrán extraer recursos de cuerpos celestes, lo que podría entrar en contradicción con la Outer Space Treaty y su premisa de que los recursos no podrán ser reclamados por ningún estado. Estas iniciativas pueden estar poniendo en cuestión el concepto de espacio como bien común de toda la humanidad, en donde se supone que debe prevalecer la cooperación internacional a la hora de realizar operaciones comerciales. No quiero imaginar qué puede ocurrir a este respecto con el nuevo presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. En cualquier caso, en la película no se establece —por lo que yo recuerde— la titularidad de la empresa encargada de la colonización espacial. Ateniéndonos a los tratados internacionales actuales, debería ser una especie de conglomerado de empresas de diferentes países, auspiciadas por un organismo parecido a las Naciones Unidas; parece razonable pensar en la Oficina de Naciones Unidas para Asuntos del Espacio Exterior (United Nations Office for Outer Space Affairs, UNOOSA) como entidad encargada de administrar las diferentes iniciativas privadas.

United Nations Office for Outer Space Affairs
United Nations Office for Outer Space Affairs.

En resumen, el planteamiento de 'Passengers' puede ser una posibilidad factible dentro de muchos años, décadas, quizá al menos sea necesario un siglo, pero es una idea plausible al fin y al cabo. La investigación científica y los avances tecnológicos parecen apuntar —al menos en la teoría— a la posibilidad de crear estatocolectores, que además integren un motor de fusión nuclear eficiente, que recoja hidrógeno simple del espacio. Así como medios técnicos para generar gravedad artificial, fabricar cápsulas de animación suspendida e, incluso, pantallas defensivas para evitar los riesgos de los viajes a través del vacío interestelar. Así pues, se puede argumentar con Kaku que no hay ninguna ley física que nos impida surcar el espacio exterior hacia las estrellas, si bien el obstáculo más inmediato serían los costes. Ya sea una iniciativa pública o privada, tenga un objetivo de explotación económica o bien un plan de colonización para sobrevivir como especie —ya sea por catástrofe natural, un efecto antrópico o  por sobrepoblación—, sin duda, los costes de llevar seres humanos a otros planetas serán cuantiosos. La verdadera barrera a sortear en el futuro parecen ser los gastos.

Pues hasta aquí signori, que ya estoy cansado de estrujarme las meninges por ahora. Creo que el tema ha dado bastante de sí. Espero que lo hayan disfrutado, o que al menos no les aburriera demasiado. Conserven la salud y vuelvan cuando gusten. Quedo a sus pies.



domingo, 15 de enero de 2017

'El fin de la infancia', utopía y posthumanismo parapsicológico

Reciban saludos efusivos, mis queridos lectores, y sean, de nuevo, bienvenidos a este espacio para la reflexión sobre las producciones audiovisuales relacionadas con la ciencia ficción y la fantasía. En estos fríos contextos invernales, me presento para comentar el estreno de la miniserie 'Childhood's End - El fin de la infancia' (2015), basada en la novela homónima escrita por Arthur C. Clarke en 1953 y producida, en esta adaptación televisiva, por la cadena de televisión SyFy. Ha sido estrena en España estas navidades pasadas. Pensaban que este año nuevo no iba a continuar con estos arranques de reflexión sobre el cine y la televisión que consumo, pues aquí me tienen otra vez. Aún tengo cierto prurito que me impele a continuar con esta insana labor.


La sinopsis de la historia puede resumirse en el primer contacto de la humanidad con una raza alienígena de increíble capacidad tecnológica, y la reacción de la gente de la Tierra ante la imposición de una utopía dirigida por los extraterrestres. El objetivo no queda claro al principio, pero las ventajas adquiridas, como la paz mundial, el fin de las enfermedades y la capacidad de cubrir todas las necesidades humanas sin esfuerzo ni trabajo, con el consiguiente aumento del tiempo de ocio y el interés por el estudio, consiguen que la mayoría de la humanidad acepte la nueva situación: una edad dorada. Si bien, algunas personas críticas con esa nueva forma de vida, se preguntan por el precio a pagar ante esas facilidades otorgadas por los alienígenas, que pronto empiezan a ser llamados los "superseñores" en la versión literaria traducida al español, en el original overlords y, en la serie de televisión, simplemente "los amos". La curiosidad humana está casi extinta, ya que no se necesita investigar cosas nuevas para mejorar la calidad de vida de las personas, puesto que todo lo necesario es proporcionado por los "superseñores". El sistema es bastante inmovilista y conservador, pero funciona a su manera. Sin embargo, esa utopía esconde un secreto que afecta al futuro del ser humano en su conjunto, algo que le hará plantearse su papel en el universo.

Se trata de un loable intento de SyFy por adaptar la novela de Arthur C. Clarke y buscar respetabilidad en la industria televisiva. La producción es correcta y los efectos especiales no son espectaculares pero funcionan bastante bien dentro del conjunto. Atrás quedan los cutre-subproductos a los que nos tenía acostumbrados esta cadena de televisión desde hace unos cuantos años: véase las diferentes producciones de 'Sharknado' y demás zarandajas de bajo presupuesto, que, en un momento dado, pueden divertirnos e incluso entretenernos, pero que, desde un tiempo a esta parte, deslucieron el potencial de la empresa encargada de distribuir —cuando aún se llamaba Sci-Fi Channel— la estupenda versión de la serie 'Galáctica, estrella de combate' (2004-2009). No me interpreten mal, encuentro su gracia en telefilmes como 'Dinocroc vs. Supergator' (2010), pero desde luego no son productos que vayan más allá del entretenimiento chusco y gracioso. Además, encuentro interesantes muchas de las premisas de series de televisión como 'Defiance' (2013-2015), 'Los 100' (2014-...) o 'Dark Matter' (2015-...), por poner algunos ejemplos de las más recientes. En este caso, se busca una reflexión más audaz, lo que me inspira confianza en la valoración del género y un interés diferente. Otro asunto es que lo consiga con mayor o menor acierto, pero el esfuerzo ya es un punto a su favor.

Ricky Stormgren (interpretado por Mike Vogel).

'El fin de la infancia' ha sido creada en formato de miniserie, con tres episodios que, en apariencia, tienen cierta correlación con las tres partes en las que se divide el libro homónimo de Clarke: primero el impacto que genera la llegada de los extraterrestres, segundo el desarrollo de la utopía y tercero la revelación final sobre los objetivos de "los amos". Sin embargo, una diferencia notable a tener en cuenta, es la amplitud de las elipsis temporales, que en la serie de televisión es mucho más reducida que en la novela. En cierto sentido se puede entender que el lenguaje audiovisual necesita condensar, en un tiempo más escueto, todo aquello que se narra en las páginas del libro, agrupar personajes y acelerar la trama para conseguir un producto más homogéneo. Ahora bien, se pierde cierto realismo en la evolución que se describe de la sociedad humana, pasando de varias generaciones en la novela, a una sola en la teleserie, lo que dificulta su credibilidad. Al mismo tiempo, los protagonistas deben aparecer en todos los episodios televisivos, mientras que en las diferentes partes del libro se presentan nuevos personajes, encargados de llevar el peso de la trama en cada momento temporal que se está narrando.

Esta elección lleva a erigir al representante de los humanos en su comunicación con los "superseñores" al estatus de protagonista durante toda la serie de televisión, cuando en la novela es un personaje que deja de aparecer tras su papel en la primera parte de la historia. De ser el Secretario de Naciones Unidas en la novela —cosa bastante lógica, por otro parte—, pasa a ser un simple granjero del interior de los Estados Unidos en la serie, Ricky Stormgren (interpretado por Mike Vogel), cuyo mérito no va más allá de haber mediado entre el pueblo donde vive y una empresa sobre asuntos de tierras. Imagino que pensaron que el punto de vista de un americano medio, autosuficiente, guapo, etcétera, consigue encajar mejor a la hora de empatizar con el personaje. Aspecto que podrían haber cubierto otros personajes de la historia, pero claro, son presentados más adelante, no desde el inicio. Este cambio, en concreto, ha llamado mucho la atención y más aún en su desarrollo posterior en los siguientes episodios. A la hora de alargar la historia del grajero elegido para comunicarse con los extraterrestres, los guionistas de la serie de televisión no pensaron nada mejor que introducir una historia de amor entre él y Ellie Stormgren (a la que da vida Daisy Betts), con su triángulo amoroso incluido, aunque en este caso con una mujer anterior ya muerta, Annabel Stormgren (Georgina Haig), mucha fruslería empalagosa, que llega a cargar tanto como para pasar rápido estas secuencias que, además, aportan bien poco a la historia en general, y un debate moral —quizá lo único interesante en este asunto— entre el ideal amoroso ya desaparecido y el amor actual, verdadero y tangible.

Milo Rodricks (interpretado por Osy Ikhile) y Rachel (a la que da vida Charlotte Nicdao).

Otro personaje importante en la historia es Milo Rodricks (interpretado por Osy Ikhile) con un rol importante a la hora de descubrir las verdaderas intenciones de "los amos". Su curiosidad insaciable, extraña en ese nuevo mundo, choca con la exigencia de no preguntar nada que la paternalista actitud de los alienígenas considera que sobrepasa el entendimiento y la capacidad de asimilación de los seres humanos. Un cambio que se puede rastrear en este personaje con respecto al libro de Clarke, viene dado por la necesidad en la serie de televisión de presentar al personaje desde el primer capítulo, cuando su principal aportación a la historia se desarrolla en los episodios siguientes. De tal forma, se introduce a un Milo niño, con problemas de adaptación social, añadiendo a su historia unos comienzos humildes para luego indicar que supera todas las trabas que la sociedad de clases puede imponer, etcétera. La superación personal de las desventajas económicas y sociales parece seguir siendo una subtrama a la que acudir a la hora de rellenar huecos en la historia. Además, se integra una historia de amor con Rachel (Charlotte Nicdao), que da más sentimentalismo al personaje con respesto al libro. Milo es, además, uno de los pocos personajes de la teleserie que envejece, más o menos, como debe ser, dadas las elipsis que se establecen entre los episodios. Ya que el resto de personajes permanecen inalterados durante los años trascurridos, resultando un tanto curioso y, a la postre, problemático para la credibilidad del avance temporal.

Siguiendo con otros personajes interesantes e importantes para la historia, hay que destacar a Jake Greggson (Ashley Zukerman) y Amy Morrel (Hayley Magnus), padres, como otros muchos, de una nueva generación de niños que han nacido en la utopía diseñada por "los amos" y que van desarrollándose metal y físicamente de forma diferente a como lo hacían las generaciones anteriores de seres humanos. El interés de Amy por la parapsicología en la novela, eliminado en la serie, es desestimado en un nuevo mundo en el que las explicaciones científicas no dejan casi ninguna duda sin responder. La añoranza artística y creativa de Jake, más o menos integrada en la teleserie, aunque sin aprovecharse de esta idea, choca con la nueva concepción uniformadora y estática, que empieza a considerar repetitivo y falto de interés una cualidad estética necesitada de conflicto para ser floreciente. No existen peligros ni riesgos en la nueva sociedad humana, por tanto, las creaciones artísticas se han "empobrecido", al descartar sentimientos humanos que han pasado de moda, ante la rápida evolución que marca la utopía. Una parte muy interesante de la historia se desarrolla cuando esta familia, junto con sus hijos, decide mudarse a Nueva Atenas. Se trata de una ciudad autárquica, fuera del ámbito de la utopía impuesta por "los amos", en donde se recupera el espíritu perdido del ser humano anterior a la llegada de los extraterrestres a la Tierra. Se permite algo de ese caos intrínseco a las sociedades actuales, se potencia la creatividad artística, se valora la cultura desarrollada por la humanidad a lo largo de los siglos, que parece estar amenazada por un desinterés manifiesto de los alienígenas y de las nuevas generaciones humanas, que empiezan a considerar el pasado como algo inservible para la forma de vivir que disfrutan. En la novela Nueva Atenas tiene un espacio amplio de tratamiento, que en la serie de televisión han limitado bastante. No se explota con la suficiente intensidad un conflicto que resulta bastante interesante, dejando meras pinceladas que no hacen justicia a esa rebelión pacífica.

Los niños.

Ahora bien, uno de los personajes que mayor entusiasmo ha generado es el supervisor Karellen, interpretado por Charles Dance —conocido por su genial papel como Tywin Lannister en 'Juego de Tronos' (2011-...). Se trata del "superseñor" alienígena encargado de dirigir la evolución de la Tierra hacia la nueva utopía. Es de agradecer un buen trabajo de maquillaje, que nos devuelve a las producciones más artesanas, obviando el uso abusivo de efectos especiales y otorgando al personaje un aura más cercana, a la par que permite percibir con bastante naturalidad las expresiones, gestos y, en general, la actuación de Charles Dance. No quiero desvelar mucho, ya que el aspecto de "los amos" es una de las sorpresas más sugestivas de la historia, punto que se ha mantenido del original en la serie de televisión. Más o menos se mantiene toda la trama relativa a este personaje desde la novela a la teleserie, si bien, se añaden algunos aspectos. En primer lugar se potencia la relación de Karellen con Ricky Stormgren, el granjero que han elegido para interactuar con el resto de la humanidad. Aporta un aspecto interesante en la visión más humanizada de Karellen que se quiere dar en la serie, siendo una relación menos fría que la descrita en la novela y otorgando al "superseñor" una empatía que le acerca más a la humanidad.

Por otro lado, se incluye un personaje en la serie de televisión, el cual no está en la novela original, que tiene su sentido a la hora de enlazar las tramas de los Stormgren y los Greggson, ya que en el libro no llegan a coincidir en ningún momento. Al comprimir el tiempo de la narración en la teleserie y necesitar introducir a Ricky Stormgren en la vida del resto de personajes, los guionistas han incluido a Peretta Jones (interpretada por Yael Stone), una fundamentalista cristiana que trata de ayudar a las dos familias con los problemas que surgen a raíz de su relación con los extraterrestres. Introducir un elemento religioso tan contundente en la serie de televisión, cuando en la novela se deja claro que la religiosidad ha desaparecido en la nueva sociedad, podría ser síntoma de una defensa a ultranza de los valores cristianos, que deformaría de forma ostensible el relato; pero nada de eso, la introducción del personaje dispone un debate sugerente sobre la rivalidad entre ciencia y religión. No llega a ser una defensa desesperada y, además —aquí desvelo algo de la trama—, termina venciendo la propuesta establecida por la novela, cosa que, personalmente, me agrada sobremanera. Si bien al final se hace un giro que bien pueden entender algunos como religioso —no cristiano—, aunque, por otro lado, se puede interpretar como algo más secular y mundano. Cada uno tendrá su propia interpretación.

Amy Morrel (Hayley Magnus) y Jake Greggson (Ashley Zukerman).

Entrando en los aspectos más metafísicos y en las ideas más profundas de la historia, me interesa señalar la especulación sobre la evolución de la especie humana que se describe tanto en la teleserie como en la novela. Nota bene, a partir de aquí es posible que destripe elementos del relato que algunos lectores consideren que no desean conocer hasta completar el visionado de la serie de televisión o la lectura del libro. Queden avisados.

El Homo sapiens es una especie en constante evolución, fruto de una presión selectiva a la hora de adaptarse al medio en el que vive, y que podría haberse extinguido en múltiples ocasiones, como así ocurrió, por ejemplo, con los Homo neanderthalensis, que desaparecieron hace unos treinta mil años. En el momento en el que el ser humano entra en la revolución neolítica, hace unos doce mil años aproximadamente, el resto de homínidos ya se han extinguido, el ser humano tal y como lo conocemos está solo. Desde aquella época en la que empezaron los primeros procesos de domesticación de vegetales y animales salvajes, el género sapiens no ha cambiado mucho, debido, sobre todo, a que no ha transcurrido el tiempo suficiente como para apreciar grandes modificaciones. Algunos de los cambios genéticos que se pueden destacar pueden ser la tolerancia a la lactosa en adultos, lo que permite beber leche durante toda la vida, o el color de la piel para adaptarse a diferentes climas en los que se ha establecido el ser humano. Si bien, en un futuro próximo, la evolución no la condicionará tanto el entorno como nosotros mismos. Influiremos en ella de manera distinta, conscientemente, o al menos así parecen concluir los indicios hasta la fecha.

Peretta Jones (interpretada por Yael Stone).

En general, es muy probable que el futuro de la evolución humana pase por la manipulación del código genético. Los avances en la ciencia y la tecnología así lo permiten y, al mismo tiempo, es de suponer que irán a más desde que se consiguió desvelar la secuencia del genoma humano en el año 2001 y el surgimiento, en estos años, de la biología sintética en donde se investiga con intensidad, así como la aparición de técnicas de edición genética como el CRISPR/cas9 en el año 2012, a raíz del trabajo de las investigadoras Jennifer Doudna y Emmanuelle Charpentier. En la miniserie la evolución no se explica bajo la premisa de la manipulación genética, al igual que en la novela, siendo, en este sentido, una historia poco visionaria. Una novela bastante anterior, como es Un mundo feliz (1932) del escritor Aldous Huxley, sigue siendo más plausible a la hora de descifrar el futuro, hablando de una utilización intensiva de técnicas genéticas para conseguir, o eliminar, características físicas y mentales determinadas. Por poner otro ejemplo que trata de forma intensiva esta idea, en la película 'Gattaca' (1997) la capacidad de modificar a placer el genoma de los seres humanos, implica la posibilidad de añadir o quitar aquellos genes que interesen a los padres, creando, por tanto, humanos a medida, a la medida de cada progenitor, altos rubios, inteligentes, fuertes... en fin, eugenesia de primer orden, que recuerda a los intentos del nazismo en la década de los treinta y los cuarenta del siglo XX.

En cualquier caso, no es el objetivo de 'El fin de la infancia' ser completamente fiel a un futuro posible desde un punto de vista actual o desde el momento en el que se publicó la novela. Como en la película '2001: Una odisea del espacio' (1968), dirigida por Stanley Kubrick y basada, también, en un relato corto de Clarke titulado El centinela (1948), las pretensiones del autor son más especulativas, pensando en cómo reaccionaría el ser humano ante determinados estímulos que contradigan su propia existencia, sus creencias o sus valores más arraigados y establecidos. Si en '2001' el detonante fue la aparición del famoso monolito, en 'El fin de la infancia' se trata de la llegada de una especie alienígena, con una tecnología muy superior a la humana. En ambos casos, la irrupción de una fuerza externa e ineludible, implica un avance en el ser humano. En '2001' es la transformación del individuo, y en el caso de 'El fin de la infancia' se trata de la evolución de la especie. Uno y otro apuntan al cosmos, a una entidad más avanzada que no requiere de la materia para existir. Por tanto, las preguntas finales que pueden entresacarse de la teleserie y, por ende, del libro de Clarke, pueden formularse de la siguiente manera. ¿Qué pasaría si el siguiente paso en la evolución del ser humano no viene de su relación con el medio en el que subsiste, ni de su propia voluntad racional, ayudado por la técnica que los propios humanos han desarrollado? ¿Y si el próximo salto evolutivo viniera de una presión del exterior del planeta Tierra, del espacio profundo, de irresistibles fuerzas que pugnaran por acelerar un proceso de consecuencias imprevisibles?

Portada de la novela.

De esta manera, se puede decir que esta historia enlaza, de cierta forma, con las teorías del transhumanismo: la búsqueda de la mejora de las capacidades humanas, tanto físicas como mentales, a través del uso de la tecnología para alcanzar un estadio superior de la especie. En este caso, sería la actuación de "los amos" propiciando el bienestar óptimo para permitir a la humanidad engendrar una generación que supere a sus antecesores, evolucionando de tal forma que consiga ser más que humana: en concreto para alcanzar una suerte de posthumanismo trascendental. El modo en el que se expresan estas nuevas actitudes en la nueva generación posthumana, es por medio de elementos parapsicológicos, como pueden ser sorprendentes casos de percepción extrasensorial, telequinesia o telepatía, y que en el libro son más sutiles, centrándose, sobre todo, en las experiencias extracorpóreas y algo de telequinesia. Estas manifestaciones parapsicológicas no dejan de ser una metáfora que podemos relacionar con la corriente, más futurible desde nuestro punto de vista actual, del transhumanismo tecnocientífico. En esta visión, las capacidades avanzadas de los posthumanos se alcanzan por medio de nuevas tecnologías, como pueden ser las siguientes: las nanotecnologías, las biotecnologías, las tecnologías de la información y las ciencias cognitivas; o lo que es lo mismo, las llamadas tecnologías emergentes y convergentes agrupadas bajo las siglas NBIC. Por ejemplo, el avance de la tecnología de imagen por resonancia magnética funcional (IRMf) bien puede ser una forma, más o menos tosca, de leer la mente. Asimismo, algo parecido a la telequinesia se podría reproducir en un futuro lejano utilizando materiales superconductores que operen a temperatura ambiente, e implantando superimanes diminutos en todos los objetos que queramos mover, activando corrientes eléctricas a voluntad en los objetos se volverían magnéticos y, en teoría, se podrían trasladar de un lado a otro con la mente. Meras especulaciones, pero muy interesantes para explicar posibles avances que rivalicen con los fenómenos parapsicológicos, desde un punto de vista más racional y menos fantástico.

De cualquier forma, los elementos parapsicológicos de la historia no dejan de ser simples señales de lo que de verdad importa al final: el paso sublime de esa nueva generación posthumana hacia el cosmos, integrándose la colectividad en una única entidad, en apariencia, cosmogónica o algo parecido, puesto que no se deja muy claro su verdadero ser o razón de existir. Una suerte de apoteosis colectiva, que bien podría ser considerada, asimismo, como otra metáfora de la apuesta de muchos teóricos transhumanistas, que ven en la creación de una superinteligencia artificial el futuro de la posthumanidad. Una entidad que lo controlaría todo absolutamente y en la cual se pueda integrar el género humano en su conjunto. Uno de los abanderados de esta hipótesis transhumanista es Raymond Kurzweil, defensor de la idea de la "singularidad": la creación de máquinas cada vez más inteligentes, capaces de crear a su vez máquinas aún más inteligentes de forma exponencial, de forma que tomen el control total, a lo Skynet en la saga 'Terminator'. La idea del volcado de la mente en una computadora inteligente la defiende, entre otros, Carnegie Mellon, asumiendo que el cerebro humano puede traducirse como una especie de sotfware, y que puede ser, por tanto, introducido en un ordenador, como se describe en la película 'Transcendence' (2014) dirigida por Wally Pfister. No obstante, en 'El fin de la infancia' la transición hacia la posthumanidad es más orgánica o mística, que digital. Muchos pueden ser los ejemplos análogos de esta idea en otros productos de ficción, pero destacaré uno que me pareció sorprendente en su día: la novela de Isaac Asimov titulada Fundación y Tierra (1986), quinta y última entrega de la saga de la Fundación o Ciclo de Trántor —sin contar las dos precuelas que se escribieron después.



Una diferencia que se puede observar en el proceso de apoteosis de los niños de la nueva generación de posthumanos, entre la narración del libro y su representación audiovisual en la teleserie, es la introducción, en esta última, de un elemento cercano a esa obsesión religiosa, tan extendida en Estados Unidos, del arrebatamiento o rapto. Me recuerda a la serie de televisión 'The Leftovers' (2014-...), en donde la premisa es parecida a la creencia del rapto, si bien no se muestra a la manera clásica, puesto que la gente desaparece sin más, pero al acontecimiento se le llama de forma intencionada "Ascensión". De esta manera, en la serie de 'El fin de la infancia' se representa el momento culminante en el que la generación evolucionada entiende su destino, con la elevación ritual de sus cuerpos, levitando hacia el cielo en una estampa muy reconocible en la cultura popular americana. En la novela el proceso es más gradual, menos espectacular y más desapegado de connotaciones religiosas.

Ahora bien, y ya concluyendo, uno de los momentos más intensos y deslumbrantes de la historia, en mi opinión, es cuando los "superseñores" declaran la envidia que sienten de la humanidad, que ha conseguido lo que su especie no puede lograr: evolucionar de manera que pueda unirse a la entidad cosmogónica. Ellos son meros "facilitadores" del proceso, al que no pueden acceder porque su propia biología lo impide. De tal forma, se convierten, bajo mi punto de vista, en el concepto último de individuo frente a la masa unida en una sola mente universal, prácticamente omnisciente, que sobrepasa las barreras de lo racional. Es un final entre trágico —no en vano el Homo sapiens deja de existir literalmente— y a la vez esperanzador —la consecución de un destino manifiesto—; aunque en mi humilde opinión, siempre me quedaré con la existencia, más mundana pero más auténtica, de los "superseñores", incapaces de unirse a la mente colectiva. Llámenme individualista si gustan.

Hasta aquí, que ya estarán aburridos de tanta insustancialidad, charlatanería y referencia cruzada... o no, ¿quién sabe? En fin, me despido con mis más sinceros agradecimientos ante la tamaña paciencia que han demostrado leyendo este artículo, emplazándoles, como es usual, a la siguiente publicación. Que los hados les sean propicios. Vale.